Utópicos, pioneros y lunáticos

Seis «viajes» a la Luna en busca de lectores intrépidos!

Sufrimos la tempestad durante setenta y nueve días, y al llegar al ochenta, de pronto, al brillar el sol, divisamos no lejos una isla alta y boscosa.

…nos encontramos con un río que fluía con vino,

Podían verse en él muchos peces, muy adaptados al vino en su color y sabor.

Luego atravesamos el río, por donde era vadeable, y encontramos una maravilla de vides. Pues la parte que surgía de la tierra, el tronco en sí, era una hermosa y robusta cepa, pero por la parte de arriba eran mujeres que tenían todo perfecto, desde el talle hacia arriba…

Y nos ofrecían besos en sus bocas. Pero el que las besaba al momento quedaba borracho y en delirio. Sin embargo, no permitían que tomáramos sus frutos, sino que se dolían y gritaban cuando alguien los arrancaba. Ellas estaban deseosas de unirse con nosotros. Dos de nuestros compañeros que se abrazaron a ellas ya no se despegaron, sino que quedaron trabados por el sexo.

Durante siete días y otras tantas noches surcamos los aires, y al octavo avistamos una gran tierra en medio del aire, como una isla brillante y esférica…

Quiero contar ahora las rarezas y maravillas que observé durante mi estancia en la Luna. Lo primero es que los selenitas no nacen de mujeres, sino de los hombres. Porque los matrimonios son entre varones y ni siquiera conocen el nombre de mujer. Hasta los veinticinco años cada individuo actúa como esposa, y a partir de estos como marido. No se quedan preñados en el vientre, sino en las pantorrillas. Cuando el feto es concebido, empieza a engordar la pierna y, al pasar el plazo de tiempo, la abren de un tajo y sacan los fetos muertos; pero los colocan de cara al viento con la boca abierta y recobran la vida.

Hay entre ellos una raza de hombres, a los que llaman «arbóreos», que nacen del modo siguiente: rebanan el testículo derecho de un hombre y lo plantan en el suelo, y de él nace un árbol altísimo, carnoso, como un falo…

Cuando un individuo envejece, no llega a morir, sino que se disuelve como humo y se transforma en aire.

Moquean, al sonarse, una miel acidísima. Y cuando se fatigan o hacen gimnasia, sudan por todo el cuerpo leche, de manera que de ella suelen cuajar queso untándole un poco de aquella miel…

Tienen los ojos desmontables, y el que lo desea se los quita y los guarda hasta que necesita ver, y entonces se los pone de nuevo y ve. Y muchos, cuando han perdido los suyos, piden otros prestados, y así ven con ojos ajenos

Cualquiera que lea esto hoy, a finales de 2023, se preguntará ¿Quién lo ha escrito? Algún director de cine en Hollywood desesperado por la invasión de la inteligencia artificial? Un defensor de los derechos LGTBI? Un lunático?

No! La respuesta es tan sorprendente como el texto. Lo escribió Luciano de Samósata, el ingenioso escritor y sofista griego que vivió en el siglo II de nuestra era y forma parte de sus Relatos verídicos. El texto es una parodia de un género que, como la ciencia ficción en el cine actual, era habitual en la literatura griega: El relato en primera persona de viajes y aventuras.

Por lo que también yo, empeñándome por vanagloria en dejar algo a los venideros, para no ser el único desheredado en la libertad de contar mentiras, puesto que nada verdadero tenía que referir —porque nada digno de mención me había ocurrido—, me he dedicado a la ficción de modo mucho más descarado que los demás.

Utópicos, pioneros y lunáticos

Una cuidada, poética e ilustrada antología de relatos en donde la utopía y la pasión por la ciencia se confunden a menudo con la sátira política, social y de costumbres.

El Viaje a la Luna de Samósata es el primer relato de la antología “Utópicos, pioneros y Lunáticos” recién publicada por la editorial Rosamerón, en la que se recogen seis de los viajes a Luna que tuvieron lugar antes de Julio Verne y, por supuesto, mucho antes de que Neil Armstron pusiera su pie sobre la superficie del satélite terrestre.

La Luna ha ejercido y sigue ejerciendo una increíble atracción sobre la imaginación de los contemplamos el cielo por la noche. Los seis textos que incluye la antología, como nos cuentan los editores, Carlos Garcia Gual y David Hernández de la Fuente, son solo una muestra de los numerosos viajes que escritores, estudiosos o simples curiosos han realizado a lo largo del tiempo y que, con seguridad, muchas personas han imaginado o soñado.

En la antología podemos leer, además del Viaje a la Luna, de Luciano de Samósata:

  • Aventuras de Domingo González en su extraño viaje al mundo lunar (The Man in the Moone, or a Discourse of a Voyage Thither, by Domingo Gonsales), de Francis Godwin (1562 – 1633), publicada en 1638 (póstuma)
  • Sueño (Somnium, seu opus posthumum De astronomia lunari) de Johannes Kepler (1571 – 1630), publicada en 1634 (póstuma) por su hijo.
  • El descubrimiento de un nuevo mundo (The Discovery of a World in the Moon), de John Wilkins (1614 – 1672), publicada en 1638
  • Historia cómica de los estados e imperios de la Luna (Histoire comique des Estats et empires de la Lune), de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac (1619 – 1655), publicada en 1657 (póstuma)
  • Micromegas. Historia filosófica, de François-Marie Arouet, Voltaire (1694 – 1778), publicada en 1751

Los seis textos cubren un largo recorrido de 1500 años, si bien cuatro de ellos se concentran en un periodo del barroco de poco más de 20 años (1634 – 1657).

Hacer justicia con una reseña a las obras y al trabajo de selección y edición sería misión imposible. Cada una de ellas es una pequeña joya y un viaje muy particular de su autor a un mundo que extrae de su imaginación, y que nos ofrece la posibilidad de mirar hoy hacia atrás en el tiempo para darnos cuenta de que 2000 años no es nada. Muchas de las inquietudes y reflexiones de los autores, escritas hace siglos, seguirán haciendo reflexionar al lector osado que encuentre el momento para apartar el presente y sumergirse en la lectura.

Me centro en tres aspectos que encuentro esenciales en la colección.

Tres ideas

La primera es la necesidad de encontrar el lugar o no-lugar (οὐ «no» + τόπος «lugar» = utopía) que sirva de excusa para plantearnos mundos diferentes y, de manera muy especial, sociedades y comportamientos alternativos a los que nos ha tocado disfrutar o sufrir en nuestro tiempo y lugar. Escapar de las limitaciones del entorno, tomar distancia y mirarnos desde fuera es esencial y, desde luego, lo ha sido siempre y lo será para cualquier persona curiosa. Kepler como reconocido pionero de la astronomía moderna, es citado a menudo por su Sueño, una aventura onírica con elementos mágicos y un largo comentario erudito, con los que detalla cómo se observaría el mundo desde la luna, anticipando ese momento memorable de la primera foto de la Tierra tomada por el Apolo 8 el 24 de diciembre de 1968, la salida de la Tierra

Earthrise, NASA

La isla desconocida ha sido para muchos autores, como Jonathan Swift o Tomas Moro, el marco escogido para su viaje especulativo. La Luna no es más que una isla un poco más lejana y difícil de alcanzar, lo que la sitúa en terreno ideal para la especulación. Y lo que me lleva a la siguiente cuestión.

Las islas han sido accesibles por medio de barcos que, eventualmente, hicieron posible dar la vuelta al mundo y comprobar que nuestro espacio es limitado. La tecnología para el viaje náutico existe desde hace miles de años. La luna plantea un problema ¿Cómo llegar hasta ella? Y de alguna manera todos los autores que desean visitarla se ven obligados a anticipar un medio de transporte, o a eludir la cuestión de manera más o menos astuta.

John Wilkins afirma que es posible construir un carruaje volador en que un hombre pueda sentarse y otorgarle tal movimiento que lo transporte por los aires…

El perfeccionamiento de tal invento sería de una utilidad tan extraordinaria que sería suficiente no solo para hacer famoso a un hombre, sino también a la época en la que viviera, pues, además de los insólitos descubrimientos que se podrían realizar en este otro mundo, sería también un avance inimaginable para viajar, superior a cualquier otro medio de transporte que esté hoy día en uso. Así que, a pesar de todas estas aparentes imposibilidades, es suficientemente verosímil que se pueda inventar un medio de viajar a la Luna. ¡Y qué afortunados serán los primeros que tengan éxito en esta empresa!

De los relatos incluidos en la antología me quedo con el delicioso novum que escoge Francis Godwin: una bandada de gansos convenientemente adiestrados por el protagonista, un explorador español, para crear el equivalente aéreo a una carroza tirada por caballos.

Ilustración de la edición de 1768 de las Aventuras de Domingo González

Godwin utiliza la Luna para describir un mundo utópico que nos muestra preocupaciones del momento que siguen siendo preocupaciones del presente:

en mil años no se había conocido un solo ladrón o violador de mujeres

las mujeres eran bellísimas, y por secreta disposición natural cuando un hombre conocía a una de ellas ya no sentía jamás deseos de otra.

Tampoco necesitaban médicos, pues nunca cometían excesos ni enfermaban; el aire era siempre puro y por ninguna parte había causa de enfermedades

Cuando les llegaba el tiempo señalado para la muerte, se acababan poco a poco, sin dolor ninguno ni sufrimiento, del modo que se consume una vela cuando la cera se termina.

Con la muerte no se pudrían sus cuerpos, ni los enterraban, sino que eran depositados en unas salas a tal efecto construidas donde la mayoría de los hombres lunares solían conservar incorruptos los cadáveres de sus antepasados de

Y al hacerlo nos lleva directamente al tercer aspecto que quiero destacar. La visión y el análisis de mundos alternativos es apasionante para la mente inquieta e inconformista, pero será perseguida por los reaccionarios y defensores del statu quo, todos aquellos se aferran al mundo actual, ya sea porque forman parte del establishment y ven amenazados sus privilegios o, simplemente, porque recelan de las alternativas.

Algún día los hombres podrían volar de un sitio a otro y serían capaces de enviar mensajes a muchos cientos de millas de distancia en un instante y recibir respuesta sin intervención de persona humana. Podrían también transmitir su pensamiento a otras criaturas, aunque estuviesen en el más remoto y oscuro rincón de la ciudad, con otros notables experimentos. Pero lo maravilloso estaba para todos en aquel descubrimiento de un nuevo mundo y la abundancia en él de raros e increíbles secretos de la Naturaleza, que los filósofos de la antigüedad ni siquiera soñaron. Yo debía ser prudente y no publicar tales maravillas hasta que los gobernantes hubiesen considerado cómo podrían ocuparse de la policía y buen gobierno de su país y los Padres de la Iglesia no considerasen perjudicial para la Fe la divulgación de tales conocimientos;

En la enumeración más arriba he querido destacar que tres de las seis obras fueron publicadas, por diversos motivos, tras la muerte de los autores. La de Francis Godwin es una de ellas en la que su autor, obispo de Hereford y de Llandaff, se confiesa copernicano. Y no podemos olvidar que en 1615 la Inquisición perseguía la herejía copernicana y que en 1632 Galileo Galilei tuvo que retractarse públicamente.

El sueño de Kepler en realidad es solo una excusa para un tratado científico sobre astronomía lunar que cualificaría hoy como ciencia ficción dura, pero en todo caso su autor no quiso revelar sus reflexiones en vida. Para Cyrano en cambio el viaje imaginario es, ante todo, un pretexto para mostrar su filosofía materialista y hacer una crítica de la sociedad, las ideas y creencias de la época. Cyrano ridiculiza la censura inquisitorial y la postura dogmática de la Iglesia. Los sacerdotes obligan a proclamar las «verdades» oficiales. Y el viajero se ve obligado a declarar, bajo crueles amenazas, que la Luna no es la Luna y que el mundo que desde allí se ve no es la Tierra, sino la Luna.

Justos: ¡Escuchadme! No podríais condenar a ese hombre, o mono, o papagayo, por haber dicho que la Luna es un mundo desde el cual él venía porque si es hombre, aunque realmente no viniese de la Luna, como todo hombre es libre, ¿no lo es él también para imaginarse lo que le dé la gana? Pues que, ¿podéis vos, acaso, obligarle a que vea las cosas como vosotros? Y aunque lo forcéis a decir que la Luna no es un mundo, lo mismo da porque él lo dirá, pero no lo creerá

La ciencia ficción, de la que todas estas obras se consideran antecesoras, es hoy en día un género aceptado, pero en gran medida, asimilado a la fantasía y al terror, considerado mayoritariamente una simple distracción o entretenimiento. No es desde luego como lo han visto muchos de sus más brillantes creadores a lo largo de la historia, pero es el compromiso necesario con los gobernantes y próceres del sistema, porque… ¿qué ocurriría si cada vez más de nosotros llegáramos a la conclusión de que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, que hay otros mundos y que están en este? Y…

En la obra de Voltaire, la mirada crítica e imaginativa se conjuga mediante otro exquisito planteamiento de la ciencia ficción: la mirada del otro. En este caso no son los terrícolas viajeros los protagonistas, sino Micromegas, un habitante de un planeta en la órbita de Sirio, y el secretario de la academia de Saturno, un hombre de gran talento que en realidad no había inventado nada. El primero de ocho leguas de estatura y el segundo un enano a su lado de solo seis mil pies. Juntos deciden darse un garbeo filosófico por la galaxia y acaban llegando a la Tierra, un planeta tan diminuto que resultaba digno de lástima y habitado por seres minúsculos que tardarán en descubrir.

El famoso escritor y filósofo de la ilustración, defensor de la libertad religiosa y de expresión, plantea los temas con transparencia e ironía exquisitas:

Pasaron al propio Júpiter y allí se quedaron durante todo un año, en el cual aprendieron espléndidos secretos que estarían ahora a punto de ser publicados si no fuera por los señores inquisidores, que han descubierto algunas proposiciones un poco fuertes.

Al fin pudieron percibir un pequeño resplandor: era la Tierra. Resultaba digna de lástima para alguien que venía de Júpiter. Con todo, por temor a arrepentirse por segunda vez, resolvieron desembarcar.

Veo más que nunca que no hay que juzgar nada por las apariencias del tamaño. Oh, señor, que habéis dado una inteligencia a sustancias que parecen tan despreciables.

Miró de pies a cabeza a los dos habitantes del cielo y sostuvo que sus personas, sus mundos, sus soles y sus estrellas, todo había sido creado únicamente para el hombre. Ante aquellas palabras los dos viajeros se revolcaron hasta casi ahogarse con aquella risa inextinguible que, según Homero, es propia de los dioses.

Seis viajes a la Luna en busca de lectores

En definitiva, seis viajes a la Luna que se ofrecen al lector curioso que, sin duda, encontrará en ellos motivos para la sorpresa y la admiración.

La publicación va acompañada por más de 20 ilustraciones de época (en blanco y negro) que ayudan a la inmersión en este viaje al pasado.

Mi enhorabuena para los editores de “Utópicos, pioneros y Lunáticos” por la selección y presentación de los textos, y para la editorial Rosameron, fletada para para escapar del confinamiento durante la pandemia, por la osadía de publicarlos aquí y ahora, en un mundo sobrecargado de información.

Y por supuesto mi admiración para los utópicos, pioneros y lunáticos que nos legaron el testigo de su imaginación para continuar en la búsqueda de lo desconocido.

Ad astra.

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