La muerte tiene diez mil puertas distintas para que cada hombre encuentre su salida. (John Webster, La duquesa de Malfi, circa 1612).

En el verano de 1995, el joven Río debe enfrentarse a una situación que le marcará de por vida. Su madre, enferma de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), sabe que su lucha ha llegado a su fin. No puede seguir adelante, pero aún no sabe cómo encontrar la salida, porque “la muerte tiene diez mil puertas”.

Muchos años después, Río está volcado en su familia y en su negocio de compraventa de videojuegos, cuando la ELA vuelve a hacer acto de presencia en escena de una manera extraña, tragicómica, que Río interpretará como una nueva llamada.

Tarde o temprano todos debemos enfrentarnos al problema de la muerte, pero en vez de hacerlo con la determinación del guerrero vikingo y salir por la puerta grande, o abrir una para nosotros con el ingenio del emprendedor tecnológico, la mayoría solo intenta negarlo, huir.

Lo que sigue a continuación es una desenfrenada carrera para hacer realidad y mostrar al mundo algo que lleva demasiado tiempo dando vueltas en la cabeza de Río. Es algo que debería ser evidente, pero parece que nadie lo quiere ver.