Rotblat versus Oppenheimer

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Ahora que ya todos hemos visto Oppenheimer, y que la película de Christopher Nolan ha sido sancionada por la crítica, recompensada en taquilla1 y bendecida por la academia del cine2 , podemos hablar sobre Oppenheimer, la película, Oppenheimer, el personaje, y Oppenheimer, el legado.

Comencemos por la película. ¿Qué nos quiere contar Christopher Nolan?

Para tratarse de un “biopic” de casi 3h. de duración, sobre un científico y tecnócrata del siglo pasado, la película es sorprendentemente trepidante, plagada de personajes famosos que se nos presentan en una rápida sucesión de escenas, hilvanadas cuasi aleatoriamente y con deliberados saltos en el tiempo entre dos momentos, uno en blanco y negro (visión subjetiva) y otro en color (visión objetiva), con un impresionante volcado de información que, me consta, no hay mortal (no se si dios) que pueda seguir, pero que, sin embargo, consigue el objetivo de mantener al espectador pegado a la pantalla, con la boca entreabierta y preguntándose ¿qué me quiere contar el director?

En realidad, lo que el director quiera o no contar no es lo que cuenta. Lo que cuenta es lo que nos muestra. Y lo que nos muestra es al personaje encargado de llevar adelante el proyecto Manhattan, el programa de investigación y desarrollo liderado por los Estados Unidos, formalmente bajo la dirección del general Leslie Groves, con la colaboración de Reino Unido y Canadá, para crear la primera bomba atómica. La película narra los comienzos de Robert Oppenheimer como estudiante de física e investigador, su rol como director del Laboratorio de Los Álamos y su posterior caída en desgracia con la audiencia de seguridad que llevó a cabo por la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos en 1954.

El proyecto Manhattan3 es sin duda uno de más ambiciosos del siglo XX y seguramente de la historia de la humanidad, y tal como muestra la película, un prodigio de ejecución. El proyecto Manhattan marca, de hecho, el rumbo de la historia y nos sumerge de lleno en la realidad que se ha vivido desde mediados de siglo XX y que todavía hoy rige las reglas de la geoestrategia y la geopolítica.

Un elemento conductor de la trama es la respuesta de Oppenheimer a las consecuencias a largo plazo de sus acciones. Al parecer, Nolan deseaba explorar el fenómeno de las “reacciones retardadas”, y mostrar que las personas «no se enfrentan a las consecuencias más relevantes o peores de sus acciones en el momento».

Nolan nos da a entender, con el rostro que Cilliam Murphy4 presta al personaje histórico, con sus respuestas en el interrogatorio y con el progresivo enfrentamiento con Lewis Strauss, en la brillante interpretación de Robert Downey Jr.4, que, aunque Oppenheimer nunca llegó a disculparse en público por su papel en los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y de alguna manera lo negaba, en realidad se sentía genuinamente culpable por las consecuencias de sus acciones.

Un momento crítico de la película es la reunión en la que el presidente Harry S. Truman despacha a Oppenheimer como «un niño llorón» (crybaby). Nolan nos muestra la escena desde la perspectiva de Oppenheimer como un «gran momento de desilusión y un punto de inflexión en su enfoque para tratar de lidiar con las consecuencias de aquello en lo que había estado involucrado», subrayando que se trata de un «enorme cambio de percepción sobre la realidad de la percepción de Oppenheimer». Oppenheimer es el personaje más importante de la historia y al mismo tiempo un ingenuo.

¿Qué tiene un personaje como Oppenheimer en la cabeza? Durante la ejecución de un proyecto como el que lideró y con posterioridad, tras la consecución del resultado esperado que culmina con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. ¿Qué piensa Oppenheimer, concluida ya la II guerra mundial, cuando se gana perspectiva y cuando comienza la crítica a la que, inevitablemente, tarde o temprano, de un manera u otra, iba a verse sometido?

Cuando Oppenheimer fue despojado de su influencia política en 1954, simbolizó para muchos la locura de los científicos que creían que podían controlar el uso de sus investigaciones y los dilemas de responsabilidad moral que presenta la ciencia en la era nuclear. Las audiencias estuvieron motivadas por políticas y enemistades personales, y reflejaron una marcada división en la comunidad de armas nucleares. (Wikipedia, J. Robert Oppenheimer)

El personaje Oppenheimer ha quedado devorado, en gran medida, por el proyecto Manhattan, a pesar de haber sido objeto de numerosas biografías. La película de Nolan está basada en la obra publicada en 2005 por Kai Bird y Martin J. Sherwin, ganadora del Premio Pulitzer de biografía o autobiografía en 2006: American Prometheus.

El título de la biografía de Bird y Sherwin es brillante y apunta justo en esta dirección. El águila que devora día tras día el hígado de Prometeo es la metáfora idónea del remordimiento que, día a día, debe corroer las reflexiones atormentadas del héroe que ha conseguido el control de una nueva fuerza de la naturaleza, el fuego o la energía nuclear, y que se ve obligado a contemplar en primera persona las consecuencias de su hazaña. Porque las consecuencias de casi cualquier hazaña, y desde luego las del desarrollo tecnológico, nunca son positivas o negativas, blancas o negras. Abren nuevos espacios, pero esos espacios nunca son infiernos ni paraísos, sino más bien purgatorios. El objetivo loable que se persigue lleva siempre en el dorso un impuesto inevitable y terrible.

La biografía es, más aún que la película de Nolan, un auténtico tour de forcé, que llevó a sus autores veinticinco años cumplimentar. Más de 700 páginas en la edición original de Alfred A. Knopf.

Entre la biografía y la película existen diferencias. Es habitual en cualquier adaptación al cine e inevitable en este caso, porque ni siquiera 3h de película dan para 700 páginas de investigación y memoria histórica, y menos aún para cientos de miles de años-vida de los innumerables personajes involucrados en la ejecución y que son realmente las consecuencias del proyecto Manhattan. Pero también es inevitable que esas diferencias y, en particular, algunas de las omisiones de Nolan en Oppenheimer, nos planteen preguntas sobre lo que, en realidad, Nolan quiere contarnos.

Como ya he destacado y todos hemos visto, en Oppenheimer aparecen multitud de personajes históricos, muchos de ellos científicos involucrados en el estudio de la física, el desarrollo de la tecnología nuclear y la bomba atómica, y algunos directamente involucrados en el proyecto Manhattan. En el reparto de la película hay un total de 144 actores. Pero a pesar de ello, existen algunas ausencias notables. Aparece de manera evidente Edward Teller pero no Stanislaw Ulam Aparece en algún momento Richard Feynman, pero no John Von Neunmann, lo cual resulta particularmente sorprendente.

Pero como de manera bastante oportuna destaca Haydn Belfield en otro de los innumerables análisis sobre la película:

Lo más flagrante para mí es que la película no muestra a Joseph Rotblat. Rotblat fue el único científico que renunció al proyecto, a pesar de ser un refugiado polaco cuya esposa Tola Gryn fue asesinada en un campo de concentración nazi.

Sobre la notable ausencia de John Von Neumman en la película de Nolan, habrá tiempo de ocuparse en otro luga y otro momento. Paso a concentrarme aquí en la notable ausencia de Rotblat que escojo como contrincante de Oppenheimer en este post, un opositor diferido o «retardado» al Prometeo del proyecto Manhattan.

En un artículo publicado en The New York Times en 2005, The 50-Year Shadow, Rotblat escribe:

Fui el único científico que renunció por motivos morales al programa de armas nucleares de los Estados Unidos conocido como Proyecto Manhattan. El 6 de agosto de 1945 encendí mi radio y escuché que habíamos lanzado la bomba sobre Hiroshima. Sabía que había amanecido una nueva era en la que se utilizarían armas nucleares y comencé a preocuparme por el futuro de la humanidad.

Joseph Rotblat, The Strangest Dream, minuto 21:30

Rotblat, por supuesto, aparece en American Prometheus:

Rotblat se había quedado varado en Inglaterra cuando estalló la guerra. Fue reclutado por James Chadwick para el proyecto de bomba británico y a principios de 1944 se encontraba en Los Álamos. Una tarde de marzo de 1944, Rotblat experimentó un “shock desagradable”. El general Groves fue a cenar a casa de los Chadwick y, en mientras bromeaban de manera informal en la mesa, dijo: «Por supuesto, se dan cuenta de que el objetivo principal de este proyecto es someter a los rusos». Rotblat se sorprendió. No se hacía ilusiones acerca de Stalin; después de todo, el dictador soviético había invadido su querida Polonia. Pero miles de rusos morían cada día en el frente oriental y Rotblat se sentía traicionado. “Hasta entonces había pensado que nuestro trabajo era impedir una victoria nazi”, escribió más adelante, “y ahora me dicen que el arma que estábamos preparando estaba destinada a ser utilizada contra las personas que estaban haciendo sacrificios extremos con ese mismo objetivo. » A finales de 1944, seis meses después de que los aliados desembarcaran en las playas de Normandía, estaba claro que la guerra en Europa pronto terminaría. Rotblat no vio ningún sentido en seguir trabajando en un arma que ya no era necesaria para derrotar a los alemanes. Después de despedirse de Oppenheimer en una fiesta de despedida, abandonó Los Álamos el 8 de diciembre de 1944.

y algunas de las referencias que recogen Bird y Sherwin nos ofrecen una mirada crítica de Rotblat sobre Oppenheimer.

Rotblat dijo más tarde: «Siempre pensé que era un alma gemela en el sentido de que teníamos el mismo enfoque humanitario ante los problemas».

Oppenheimer ciertamente no estaba dispuesto a unirse a activistas políticos como Lord Russell, Rotblat, Szilard, Einstein y otros que frecuentemente firmaban peticiones en protesta por la carrera armamentista liderada por Estados Unidos. De hecho, su nombre estaba notoriamente ausente en una de esas cartas abiertas, fechada el 9 de julio de 1955, y firmada no sólo por Russell, Rotblat y Einstein, sino también por antiguos profesores y amigos como Max Born, Linus Pauling y Percy Bridgman.

Se refiere al Manifiesto Russel Einstein que, efectivamente, un Oppenheimer verdaderamente crítico con el desarrollo de los acontecimientos habría firmado.

En 1957, Rotblat organizó una conferencia en el pequeño pueblo pesquero de Pugwash, Nueva Escocia. Las Conferencias Pugwash continuarían difundiendo ideas clave para acuerdos de control sobre armas y pruebas nucleares, limitación de ojivas y prohibición de armas biológicas.

Joseph Rotblat y Las conferencias de Pugwash (Pugwash Conferences on Science and World Affairs) compartieron el Premio Nobel de la Paz de 1995 «por los esfuerzos para disminuir el rol que desempeñan las armas nucleares en los asuntos internacionales y, a largo plazo, eliminarlas». Es un Nobel más de los que recibiría Oppenheimer. Sin embargo, es un proyecto que, por el momento, a diferencia del proyecto Manhattan, ha sido un fracaso. Las armas han seguido proliferando y hoy en día nos enfrentamos a una situación de tensión bélica y geoestratégica que no difiere nada de los momentos más críticos de la guerra fría.

El discurso de Rotblat durante la ceremonia de entrega del premio Nobel en 1995 contiene reflexiones muy valiosas, pero me voy a quedar aquí con la que escojo como la reflexión central, la que apunta directamente al centro del debate al que nos enfrentamos como sociedad, como civilización y quizás como especie, y que ha sido ya objeto de análisis en este blog, un directo de Rotblat al rostro y al rol de Oppenheimer y de los científicos y tecnócratas involucrados en el proyecto:

Cuando se trata de armas nucleares… es el hombre en el laboratorio quien al principio propone que por tal o cual misteriosa razón sería útil mejorar una vieja o idear una nueva ojiva nuclear. Es él, el técnico, no el comandante en el campo, quien está en el centro de la carrera armamentista.

¿Debería un científico trabajar en el desarrollo de armas de destrucción masiva? Un claro “no” fue la respuesta que dio recientemente Hans Bethe. El profesor Bethe, premio Nobel, es el de mayor rango de los miembros supervivientes del Proyecto Manhattan.

Hago un llamado a todos los científicos de todos los países para que cesen y desistan de trabajar en la creación, desarrollo, mejora y fabricación de más armas nucleares.

Si todos los científicos hicieran caso a este llamamiento, no habría más ojivas nucleares nuevas.

No parece que vaya a ser el caso, por eso la pregunta que es hoy más procedente que nunca y quiero reiterar es:

Y tú, ¿eres un Oppenheimer o un Rotblat?

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(1) Cerca de 1.000 millones de dólares hasta principios del mes de abril de 2024. Es la segunda película con clasificación R más taquillera de todos los tiempos detrás de Joker.

(2) 13 nominaciones y 7 premios Oscar

(3) El proyecto Manhattan es una de las referencias de «Memorias de un dragón», una indagación en algunas de las áreas de desarrollo tecnológico y social que enfrentaremos en años venidores (en realidad ya está ocurriendo) y que, como se describe, necesitará de nuevos Oppenheimers / Prometeos.

(4) Cilliam Murphy, mejor actor, y Robert Downey Jr., mejor actor de reparto en los Oscars 2024. Para mi gusto, superior la interpretación de Robert Downey.

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