Robótica Borgiana

Blas M. Vinagre

and is nowhere

I

El propio Karel Čapek nos contó cómo surgieron los robots de R.U.R. mientras viajaba en tranvía, o en metro, a esas horas repleto de gente:

Estaban apiñados, tanto en el interior como en las escaleras, no como ovejas sino como máquinas. Comencé a pensar en humanos no como individuos sino como máquinas y de camino a casa estaba pensando en un término que se refiriera a seres humanos capaces de trabajar pero no de pensar. Esta idea está expresada por una palabra checa, robot.

Otras fuentes dicen que el término, que hace referencia al trabajo servil, se lo había sugerido su hermano Josef, pintor y autor de un ensayo titulado Homo artefactus en el que habla de criaturas mecánicas con forma humana a las que denomina autómatas. Años más tarde, Čapek defendería este uso de diferentes vocablos por su adecuación al distinto origen de las criaturas —químico y biológico en el caso de los robots, eléctrico y mecánico en el caso de los autómatas—  y protestaría por la incómoda atribución de la paternidad de unos entes hechos de «chapas y engranajes» que un día podrían «ocupar el lugar de las personas»: el autor «consideraría esta visión sombría como una sobrevaloración imperdonable de la mecánica o un severo insulto a la vida.»  Pero se rinde ante la evidencia de que sus criaturas han seguido un rumbo propio e inesperado en un mundo «más fascinado por las maravillas de la tecnología que por el milagro de la vida», y se conforma con reclamar «algo que nadie le puede negar: el honor de haber sido derrotado.»

II

Si respetamos los propósitos del autor, los robots de R.U.R. son miembros de una prole que en la primera mitad del siglo XX nos daría Nosotros de Yevgeni Zamyatin, Un mundo feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell. Pero también son el eslabón perdido entre la magia y la ingeniería: no están hechos de chapas y engranajes, pero tampoco de barro al que se le confiere vida por la palabra; son un producto intermedio del afán humano de crear seres semejantes a él, para después, tal vez, preguntarse como el rabino Judá León en El Golem de Borges:

¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?

Solía Borges alargar la cadena de los seres en una especie de regresión infinita, como imágenes reflejadas en dos espejos enfrentados, y en el poema citado remataba con la imagen del rabino mirando a su Golem en «la hora de angustia y de luz vaga» y esta pregunta:

¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

III

En Las ruinas circulares un hombre llega por el río, se arrastra herido hasta los restos de un templo en la cima de la colina y se tumba en el centro con un extraño propósito: soñar un hombre «con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad». Se consagra a esa tarea que interiormente se le impone sabiendo que las ruinas lo protegen y los habitantes de las cercanías se encargarán de suministrarle los alimentos necesarios. Noche tras noche, en su sueño buscaba «un alma que mereciera participar del universo», hasta que comprende que este método lo condena al fracaso, que nada puede conseguir con «la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños.»  Luego de dedicar un tiempo a reponer fuerzas empieza a soñar un hombre órgano a órgano, miembro a miembro, hasta que logra un «Adán de sueño» que anima con la ayuda del Fuego, dios del templo, «de suerte que todas las criaturas excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso.» Llegó el día en que el simulacro se fue y el soñador temió que se diera cuenta de su condición —«No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo!»—. Ya viejo, en las ruinas se declara un incendio y comprende que ha llegado su hora, camina hacia el fuego y comprueba «Con alivio, con humillación, con terror, […] que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.»

IV

Simulacros también pueblan La invención de Morel, novela corta de Adolfo Bioy Casares, colega y amigo de Borges; hologramas que el protagonista y narrador —un escritor fugitivo— toma durante un tiempo por personas reales enamorándose de una de las figuras. Al descubrir la máquina que los genera y aprender su funcionamiento, consigue insertarse en el grupo y compartir la semana que eternamente se reproduce de forma que parezca que su amada le habla y le corresponde. El invento de Morel consigue reproducir la realidad porque ha capturado las almas de quienes han sido grabados, así que el fugitivo muere confiando en que su alma se transfiera a ese mundo virtual y con la esperanza de que alguien consiga inventar, basándose en la de Morel, una máquina «capaz de reunir las presencias disgregadas» y así poder estar eternamente en la conciencia de su amada Faustine. Nadie nos asegura que el fugitivo no sea también, desde el principio, una de esas almas capturadas, tan virtual como sueño era, desde el principio, el mago de las ruinas circulares. La regresión infinita, los espejos de nuevo, como el sueño de la mariposa de Chuang Tzu.

V

El Dios de la Biblia, los cabalistas y el rabino Judá León crearon del barro animado por la palabra; Paracelso quiso crear el homúnculo mediante la alquimia, como Fausto; Mary Shelley concibió a su criatura como una patchwork de tejido humano vivificado por energía eléctrica; los robots de Čapek son biológicamente humanos y están vivos. Borges vuelve a la magia original para soñar un hombre e «imponerlo a la realidad», y de paso sembrar la duda de si todos somos un sueño; el abrumador apilamiento de cielos que constituyen la cosmogonía de la que nos da cuenta en Una vindicación del falso Basílides predica, dice Borges, «nuestra central insignificancia»; Bioy Casares sigue a su amigo y maestro para crear un mundo de fantasmas que es nuestra realidad y nuestra esperanza; Čapek imagina sus robots observando a sus fantasmales semejantes. En alguna parte de Ulises James Joyce escribe:

¿Qué es un fantasma? […]. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

Blas Manuel Vinagre Jara (Villanueva del Fresno, 1961) es catedrático de Ingeniería de Sistemas y Automática en la Universidad de Extremadura. Además de su producción académica, con una destacada referencia en control fraccionario, ha publicado dos libros de poesía (7 poemas, 2015; Sobre una playa extraña, 2020), dos de narrativa (Oscuros Azares, 2015; El rey de Ásine, 2018) y el divertimento Demasiado ruido para una tortilla: bagatelle con estructura de réquiem (2024). En 2023 publicó el ensayo El hombre entre las máquinas (Amarante) y en 2024 Time in Control Theory (Springer Nature).

Blas es activista en el debate sobre las dos culturas… la razón por la que está aquí, en Adyacente Posible.

Vinagre, Blas M. “Robótica Borgiana.” Adyacente posible, 22 Mayo, 2025. https://adyacenteposible.com/2025/05/22/robotica-borgiana/.

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