…el Hombre es un Animal que emplea Herramientas […] con ellas la montaña de granito se convierte en polvo ante él; amasa el hierro candente, como si fuese una pasta blanda; los mares son su calzada y los vientos y el fuego sus infatigables corceles. En ninguna parte se encuentra sin Herramientas; sin Herramientas no es nada, con Herramientas lo es todo.
Quien habla es el profesor Teufelsdröckh en Sartor resartus1, la singular novela-ensayo de Thomas Carlyle.
Pero el empleo de herramientas no es sino la etapa final de un proceso que comienza con su concepción y pasa por el diseño y la construcción de las mismas, así que el profesor podría haber dicho con más propiedad que «el Hombre es el Animal que crea Herramientas».
Aunque hoy no esté tan claro como en tiempos de Carlyle si esto distingue al hombre del resto de los animales, parece evidente que el objetivo último de las herramientas es ayudar al animal en su curso vital, despejarle el camino de la vida de los obstáculos que impidan que ésta sea una buena vida, una que merezca ser vivida a los ojos del individuo2.
En el caso de los humanos, cuando el instrumento ya no es tan simple como para ser manejado por el artesano, o su funcionamiento involucra fuerzas que lo superan por magnitud o especificidad, las herramientas devienen máquinas. Todas ellas, herramientas o máquinas, son artificios, entes de un mundo que el hombre crea, forman parte de los ‘technai’ que Theuth mostró a Thamus en el Fedro de Platón3. Como artificios, su acción no se limita a la praxis, sino que abarca la episteme modificando el mundo no solo por haber algo donde antes no había nada, por el mero hecho de existir, sino, sobre todo, porque su existencia misma constituye una lente a través de la cual el mundo se conforma y se transforma.
Esta función epistémica de los artificios, que en principio solo pudiera parecer evidente para el caso del lenguaje, involucre éste letras, números o cualesquiera signos, ha ido cobrando importancia con la complejización de los mismos: los dedos que utilizamos para contar en nuestros primeros años, el punzón o estilete con el que el escriba mesopotámico registra en las tablas de arcilla los bienes y transacciones agropecuarios, el telescopio que utilizó Galileo para observar la Luna y las estrellas, el microscopio con el que Antoni van Leeuwenhoek descubrió un mundo en una gota de agua del Berkelse Mere, el ordenador, los mundos espejo de Gelernter.
Nuestros modelos del mundo, nuestras teorías, hipótesis y creencias, son ‘technai’, y antes que instrumentos para la acción son medios de conocimiento. Y así, lo que hemos creado se integra en nosotros pues, como escribió el Barón d’Holbach en su Sistema de la Naturaleza (1770)4:
el arte es sólo naturaleza que actúa mediante los instrumentos que ella misma ha formado.
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- Thomas Carlyle, Sartor resartus, Alba, 2007, p. 66. ↩︎
- Ver: Ortega y Gasset, Meditación de la técnica, Alianza, 1992; Martin Heidegger, La pregunta por la técnica, Herder, 2021; Henri Bergson, Las dos fuentes de la moral y la religión, Trotta, 2020. ↩︎
- Platón, Diálogos III: Fedón, Banquete, Fedro, Gredos, 1986, 274c–277a. ↩︎
- Citado en: J. Bury, La idea de progreso, Alianza, 1971, p. 158. ↩︎

Vinagre, Blas M. “Techné y episteme.” Adyacente posible (blog), 27 de julio, 2025. https://adyacenteposible.com/2025/07/27/techne-y-episteme/.
