Henry George y Karl Marx. Vidas paralelas, ideas ¿perpendiculares?

Un experimento plutárquico

¿Qué tiene o tuvo Karl Marx que no tuviera Henry George? Es una pregunta que llevo formulándome desde hace mucho, mucho tiempo, y en la que ahora quiero detenerme, aprovechando que es una pregunta que se han formulado también otros. Es lógico y me consuela confirmar que es así. Porque personalmente no conozco a muchos (no sabría citar a nadie) que conozcan a Henry George.

A Marx lo conoce todo el mundo. Forma parte del paquete básico ideológico e iconográfico que se ofrece a los recién nacidos desde hace más de un siglo, con seguridad desde 1917. Marx y el marxismo están hoy constantemente en las noticias, los titulares de prensa, en los debates políticos (y económicos), en las socorridas citas de cualquiera que se vea en la obligación de citar algún referente, en las insignias de revolucionario/a que algunas personas prenden en las solapas de su personalidad, como los militares en los trajes oficiales:

—¡Yo soy marxista!
—Pero ¿marxista leninista o de los otros?

Marx está en todas partes, como dios. Pero ¿Qué fue lo que dijo, lo que lo convirtió en universalmente famoso? El capital, la lucha de clases, sí, pero ¿podemos concretar?

Lo que dijo Marx yo lo descubrí en la escuela católica y apostólica a la que asistí siendo niño. Uno de mis profesores de lengua y literatura sucumbió un buen día a la tentación de hacer un paréntesis en su disertación ortodoxa y, debo reconocer, que con solo unas breves palabras dejó muy claro en mi mente infantil en que consistía aquel milagro marxista en el que todo el mundo que no creía en dios parecía creer. (Sospecho que algunos creen en los dos):

La acumulación de capital en manos de solo unos pocos conducirá a un momento, en el que los muchos que no tienen nada se rebelarán contra los pocos que lo tienen todo, les expropiarán su riqueza y se la repartirán entre todos.

Para alguien que todavía no había asistido a una reunión de vecinos, parecía una receta sin contraindicaciones. ¿Cómo no habrá ocurrido todavía? Me preguntaba.

Y para alguien que, aunque ya tenía muy claro que en la batalla de las dos culturas se decantaría por estudiar una carrera de ciencias, tuvo el placer de estudiar filosofía en el Bachillerato Unificado y Polivalente (BUP) y el Curso de Orientación Universitaria (COU) de la vieja España del siglo pasado, Marx aparecía en todo su esplendor al final del curso, cuando la historia de la filosofía se acercaba hacia lo que un Francis Fukuyama realmente osado habría reconocido como el verdadero fin de la historia. Mi profesor de filosofía en COU, del que guardo un grato recuerdo, parecía verlo así, y se detuvo con cariño y paciencia en aquellas páginas finales del programa de estudios de filosofía y de la historia. Como colofón, y aunque parezca increíble o mero recurso estilístico (no lo es), la pregunta sobre filosofía que me cayó (así se decía entonces) en el examen de selectividad fue KARL MARX.

¡Lo peté!

De quién nadie me habló durante mi infancia, adolescencia, y en realidad nunca jamás, fue de Henry George. Apostaría que ninguno de mis profesores, ni el de lengua y literatura, ni el de filosofía, lo conocían. Lo que dijo Henry George tuve que ir a buscarlo al colosal cementerio de las ideas muertas, o medio muertas, y desenterrarlo. Es algo que me he visto obligado a hacer con muchas otras ideas, para poder llegar a ver un poco más allá de lo que te cuentan (algunos con amor verdadero, otros con intereses mucho más perversos) en el colegio o en las noticias. Es un terrible defecto que tenemos algunos… el placer de la necrofilia ideológica y la exhumación de ideas.

Henry George es conocido por su argumento de que la renta económica de la tierra debería ser compartida por toda la sociedad. Fue uno de los primeros en reconocer la Tierra como la nave sobre la que nos movemos por el espacio1:

Es una nave bien abastecida, en la que navegamos por el espacio. Si el pan y la carne sobre cubierta parecen escasear, basta con abrir una escotilla y hay un nuevo suministro, algo con lo que antes ni siquiera soñábamos. Y un gran control sobre los servicios ajenos recae en aquellos a quienes, al abrirse las escotillas, se les permite decir: «¡Esto es mío!».

Su presentación más detallada se encuentra en su obra Progreso y Pobreza, publicada en 18792 : «Debemos hacer de la tierra propiedad común».

Henry George desconfiaba de los derechos de propiedad intelectual igual que de los derechos de posesión del suelo, porque su definición de la tierra incluía «todas las fuerzas y oportunidades naturales» (recursos naturales, bienes comunes). Se oponía a los aranceles que en aquel momento eran tanto el principal método de política comercial proteccionista como una importante fuente de ingresos federales (¿de qué me sonará esto?). Abogó por un dividendo ciudadano (¿renta básica universal?) pagado mediante un impuesto sobre el valor de la tierra, el impuesto único. Fue un importante y firme defensor de los derechos políticos de las mujeres.

Las ideas de Henry George sobre política y economía tuvieron enorme influencia en su época y dieron origen a la filosofía económica que hoy se conoce como georgismo. Pero lo curioso, y aquí es donde comienza realmente esta historia es que, a diferencia de Karl Marx, su popularidad disminuyó paulatinamente durante el siglo XX, hasta su casi total desaparición3. ¿Por qué?

Karl Marx (izquierda) y Henry George (derecha). Wikimedia. ¿Qué se guardan en el bolsillo interior? 😅 😅 

Henry George (Filadelfia, 2 de septiembre de 1839-Nueva York, 29 de octubre de 1897) y Karl Heinrich Marx (Tréveris, 5 de mayo de 1818-Londres, 14 de marzo de 1883) fueron coetáneos, igual o similarmente conocidos, famosos y leídos en su tiempo. Ambos sabían de la existencia e ideas del otro, como veremos, y aunque no llegaron a conocerse en persona, tenían una causa común. Estas son las palabras de la carta que escribió Henry George para el funeral de Karl Marx, en 18834:

Nunca tuve la fortuna de conocer a Karl Marx ni he podido leer sus obras, que no están traducidas al inglés. Por consiguiente, soy incapaz de expresarme con precisión sobre sus ideas. Tal como las entiendo, hay varios puntos importantes en los que difiero. Pero ninguna diferencia de opinión puede disminuir la estima que siento por el hombre que con tanta constancia, paciencia y abnegación luchó por la libertad de los oprimidos y la elevación de los oprimidos.

Destacable también es que mientras que Henry George tuvo un amplio reconocimiento como periodista, editor y escritor en su tiempo, obtuvo la fama y una moderada fortuna gracias a sus escritos y llegó a presentarse como candidato al alcalde de Nueva York en 1886 y 1887, Karl Marx vivió prácticamente toda su vida en la pobreza, con su familia endeudada y todo apunta a que perdió a varios de sus hijos a causa de la enfermedad y la desnutrición. De no haber sido por el soporte financiero (e intelectual) de Engels, es muy posible que sus ideas nunca hubieran llegado a cruzar el umbral de la fama, que no hubiéramos oído hablar de ellas, y que el marxismo permaneciese enterrado en el cementerio de las ideas junto al georgismo.

Es evidente que algunas de las ideas de George atacan los intereses de los propietarios, exactamente igual que las de Marx. Sin embargo, por algún extraño motivo que me encantaría llegar a desentrañar5, Karl Marx ha pasado a la historia, mientras que Henry George ha caído en el pozo sin fondo olvido. Desvelar este motivo sería fundamental para comenzar a entender por qué algunas ideas pasan a integrarse en la cultura y la memoria colectiva y dan forma a nuestra sociedad, mientras que otras no llegan a entrar en el Hall of Fame de las ideas y menos aún en el reducido espacio de la mente humana común.

El caso Karl Marx Henry George es particularmente interesante y un estudio detallado daría con seguridad para una, dos, tres o más tesis. En algunos de mis escritos ciencia ficcionales (publicados6 o aún por publicar7) me he detenido de manera oportunista, como mi profesor de lengua y literatura, con reflexiones sobre la para mi misteriosa figura de éxito incomprensible de Karl Marx. Pero lo que voy a hace aquí es seguir la metodología alienímagina de Adyacente posible: robar con la determinación de las inteligencias artificiales modernas y amparado, como ellas y como investigador libre e independiente, por la tradicional cobertura del uso justo (fair use), un artículo publicado en 1947 por John Haynes Holmes, con el delicioso título de Henry George y Karl Marx. Un experimento plutárquico8.

John Haynes Holmes (29 de noviembre de 1879 – 3 de abril de 1964) fue un pacifista estadounidense, ministro de la Asociación Unitaria Americana (American Unitarian Association, AUA) y cofundador de La Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (National Association for the Advancement of Colored People NAACP, 1909) y La Unión Estadounidense de Libertades Civiles (American Civil Liberties Union, ACLU, 1920), que presidió entre 1940 y 1950. Una figura lógicamente controvertida:

Caricatura que representa a Holmes como aliado de estadounidenses de origen japonés supuestamente traidores Wikipedia.

En 1947, el mundo occidental se recuperaba de la II guerra mundial y Holmes entraba en la fase final de su carrera, tras décadas de activismo en pro de la paz y los derechos, libertades y justicia de la ciudadanía. George y Marx son sin duda dos grandes referentes, dos cimas de la crítica de los efectos del capitalismo sobre la desigualdad y la explotación de los recursos naturales, con perspectivas muy diferentes. Puede que Holmes admirase, de alguna manera a los dos, quizás no son más que una excusa, sublime sin duda, para condensar lo que pensaba. Holmes invoca la obra y memoria de Plutarco Vidas paralelas como inspiración para una reflexión brillante sobre dos formas diferentes de contemplar una misma realidad en un mismo momento de la historia. Y para detenerse a contemplar cómo hay ideas que han llegado hasta la desembocadura en el océano de la divulgación y otras que todavía no.

Con seguridad, John Haynes Holmes no es neutral. Yo tampoco tengo intención de serlo. No estamos aquí para eso, sino para mostrar que nuestra mirada es demasiado limitada, sesgada, que necesitaremos mucho más que una simple IA para superar nuestras diferencias, integrar, ir más allá.

Henry George y Karl Marx
Un experimento plutárquico

John Haynes Holmes9

I

Henry George y Karl Marx fueron coetáneos. Sus vidas no coincidieron exactamente, ya que George (1839-1897) nació veintiún años después que Marx (1818-1883) y falleció catorce años después. Sin embargo, en sus carreras, fueron contemporáneos en pleno siglo XIX.

No llegaron a conocerse. Karl Marx no visitó Estados Unidos. Henry George visitó Irlanda e Inglaterra entre 1881 y 1882, pero aparentemente no conoció a Marx. No hay constancia de que ambos se comunicaran entre si y hay pocos registros de que comentaran sus obras. George Raymond Geiger10 cita «prácticamente la única mención escrita sobre George de Marx» en una carta a su amigo, Sorge, desde Londres, el 30 de junio de 1881. Admitiendo que George era «un escritor talentoso», Marx insistía en que «en teoría, el hombre está completamente por detrás de los tiempos». No entiende nada de la naturaleza de la plusvalía. Tiene la repugnante arrogancia y presunción que inevitablemente caracterizan a todos esos criadores de panaceas. H. M. Hyndman cuenta la historia de Marx hojeando un ejemplar de Progreso y Pobreza y exclamando con una especie de amistoso desprecio: «¡El último recurso de los capitalistas!». George devolvió estos elogios con comentarios dispersos sobre Marx. Así, en una carta a Hyndman (1884), escribió que Marx «carecía de capacidad analítica y hábitos lógicos de pensamiento. Ciertamente, me parece un pensador muy superficial». De nuevo, en una carta a un amigo inglés (1890), George caracteriza a Marx. como «el príncipe de los confundidos». Sólo en enfrentamientos tan casuales como estos se cruzaban las espadas de los dos protagonistas.

Es poco probable que, si Karl Marx y Henry George se hubieran conocido o estudiado a fondo el pensamiento del otro, hubieran coincidido incluso en asuntos insignificantes. Es cierto que los movía el mismo sentimiento: el horror de la pobreza; que compartían la misma convicción: que la pobreza es producto de la injusticia social y, por lo tanto, innecesaria; que compartían la misma resolución: corregir la injusticia y abolir la pobreza. Pero en su comprensión del problema y la solución a sus males, estaban tan distanciados como los dos polos de la Tierra. Marx, con su socialismo, y George, con su impuesto único, se movieron en direcciones totalmente opuestas. Rivales durante dos generaciones en el mismo gran campo de la reforma económica y política, fueron moldeados, como por el destino, por diferencias fundamentales. El contraste entre estos hombres es asombroso.

II

KARL MARX era un judío alemán, un europeo. Vivió en un continente superpoblado, y más tarde en una Inglaterra superpoblada, donde todo era tan antiguo que parecía remontarse a la ancianidad de los tiempos. Henry George era estadounidense y vivió en los vastos espacios de una tierra escasamente habitada y nueva en la historia. Para Marx era fácil ver las cosas como llegando a su fin, mientras que para George era inevitable verlas como algo que aún estaba comenzando.

Marx fue producto de un feudalismo decadente y un capitalismo emergente, en el que las distinciones de clase, como entre el proletariado y la burguesía por ejemplo, aún eran predominantes. George fue producto de una sociedad libre, en la que las distinciones de clase eran desconocidas, o al menos no reconocidas. Las palabras mismas «proletariado» y «burguesía» no formaban parte del lenguaje estadounidense. Por lo tanto, una interpretación del problema social en términos de lucha de clases era tan natural, incluso inevitable, para el primero como antinatural y aborrecible para el segundo.

Karl Marx sabía poco de democracia; hasta el final de sus días, despreció a la gente común y desconfió por completo de su capacidad para resolver sus problemas mediante métodos indirectos de persuasión y acción política. Henry George, en cambio, era ciudadano de una democracia; confiaba en la gente común y en el ejercicio de su poder como hombres libres para determinar el destino. La idea de una dictadura de los trabajadores, por breve o largo que fuera, que era parte esencial del programa de Marx, jamás habría entrado en la cabeza de George, salvo para disgustarlo y asustarlo.

Karl Marx pasó más de la mitad de su vida, y prácticamente todos los años de su actividad productiva, en Inglaterra, que era el líder industrial del mundo. Inglaterra había sido un país agrícola, ¡y llegó un momento en que surgió la cuestión de la tierra! El confinamiento de los bienes comunes, como se les llama, fue una de las mayores tragedias de la vida inglesa. Pero con el desarrollo de la maquinaria eléctrica llegó la industrialización del reino. «La tierra verde y agradable de Inglaterra», para citar a William Blake, estaba ahora manchada por el humo que escupían las chimeneas; su hermosa campiña era cruzada una y otra vez por ferrocarriles ruidosos; sus ciudades e incluso sus pueblos eran fétidos, con barrios bajos pestilentes11.

And did the countenance divine
Shine forth upon our clouded hills?
And was Jerusalem builded here
Among these dark Satanic mills?

La respuesta a estas preguntas resultaba tan desafiante para el economista alemán como para el poeta inglés. En el corazón del problema de esta nueva y terrible era, según Marx, estaba la fábrica; y no podía haber fin a la miseria mundial, ni escapatoria a su ruina, salvo mediante la toma y el uso de la fábrica por los trabajadores.

III

HENRY GEORGE, por el contrario, nació y creció en un país que aún era agrícola. Había visto las tierras de cultivo del Este y las vastas praderas del Oeste. Vivía en California, frontera de una nación con territorios ilimitados y horizontes cada vez más lejanos. El industrialismo había comenzado, sin duda, en las fábricas de algodón de Nueva Inglaterra (por ejemplo). Pero durante años la tierra y su cultivo siguieron siendo el factor central de la vida estadounidense. ¿Qué más natural, por lo tanto, para George que interpretar el problema de la sociedad moderna en términos de la tierra y que creyera que en la tierra libre residía la solución completa a los males que amenazaban en el fenómeno de la creciente riqueza y pobreza? Así como la cuestión de las fábricas, en otras palabras, se dramatizó en Inglaterra a mediados del siglo XIX, la cuestión de la tierra se dramatizó en los Estados Unidos.

En este contraste de escenario y contexto, descubrimos un contraste central entre estos dos hombres. Marx vio claramente la amenaza del monopolio capitalista; George vio con la misma claridad la amenaza del monopolio de la tierra. Marx centró su atención principalmente en la fábrica, y solo incidental y accidentalmente en el terreno donde se construyó y del que extraía sus recursos12. George centró su atención en la tierra, y solo incidental y accidentalmente en la fábrica que se alzaba sobre ella. Marx nunca abordó la tierra como fuente última de toda riqueza. George no profundizó en la fábrica, ni en todo el sistema del que era símbolo funesto, como instrumento suplementario y muy potente de explotación. Marx no era fundamental, como era George. ¡Henry George estaba realmente llegando al fondo del asunto! Pero el Impuesto Único nunca llegará a la cima, nunca abarcará toda la problemática social, hasta que haya abordado directamente no solo la propiedad de la tierra, sino también el control monopolístico de la producción, el capitalismo financiero, los cárteles internacionales y las guerras imperialistas. Nuestra civilización, tal como se ha desarrollado a lo largo de cien años, no es ni agrícola ni industrial; es ambas cosas. Por lo tanto, cualquier reforma, adecuada para salvar nuestra civilización, debe resolver el problema de la tierra y la maquinaria conjuntamente. Hay algo más que casualidad en la dramática circunstancia de que en la misma época y de la misma manera, dos libros capturaran la imaginación del pueblo estadounidense: Progreso y Pobreza de Henry George (1879) y Mirando hacia atrás (Looking Backward 2000-1887) de Edward Bellamy (1888).

IV

¡OTRO CONTRASTE! Karl Marx era materialista y basó toda su filosofía en la doctrina inflexible del determinismo económico, o «la concepción materialista de la historia». Esta actitud mental fue en parte un reflejo de la hostilidad extrañamente pervertida de Marx hacia la religión, y en parte también el resultado del materialismo filosófico que imperaba en el pensamiento europeo durante sus años de formación. Condujo a una nueva interpretación del proceso histórico, la cual es de suma importancia. ¡Nadie podrá volver a escribir ni leer la historia de la humanidad en el sentido tradicional pre marxista! Pero también implicó un completo descuido de las fuerzas morales y espirituales que indudablemente desempeñan un papel importante, quizás decisivo, en el drama de los acontecimientos humanos, y que persuadió a Marx para someter la historia a la cruda y sombría necesidad de un fatalismo mecanicista, y a proyectar el colapso o la revolución como el desenlace de nuestra época. Contribuyó también a su desprecio por los hombres y a su repudio de la democracia como medio de progreso social.

Henry George, por su parte, era un hombre religioso. Criado en una familia religiosa, conservó hasta el final de sus días, y en todas sus actividades, una intensa y conmovedora conciencia religiosa. Esto no significó una devoción particular a los ritos y ceremonias de la iglesia. Al contrario, sus ataques contra la iglesia por su incapacidad para reivindicar la ley de justicia entre los hombres fueron tan vigorosos como incontestables. Su religión tampoco adoptó formas especiales de práctica pietista o creencia teológica. Para George, como para todos los grandes profetas, la religión era una norma de vida y una dedicación absoluta de la humanidad. Era un reconocimiento y una reverencia a la voluntad de Dios, una firme determinación de que esta voluntad se hiciera en la tierra y un alto sentido de responsabilidad para que esta determinación no fallara. «El espíritu religioso», escribe el Dr. Geiger13 , «fue para él siempre el espíritu de cruzada… Lideró el ataque contra el monopolio de la tierra casi con el espíritu de una guerra santa; sus postulados económicos eran los sacramentos de una religión que haría de todos los hombres hermanos y de Dios un padre cuyos caminos ahora podían ser comprendidos». No conozco nada más conmovedor, en toda la gama de nuestra literatura estadounidense, que ese famoso pasaje de Progreso y Pobreza donde George parece haber completado su gran argumento a favor del Impuesto Único. A lo largo de cientos de páginas, ha recorrido la economía de la renta, los salarios, los intereses y los impuestos, y finalmente ha llegado a sus conclusiones. «Mi tarea está hecha», escribe. ¡Pero no concluida! La pluma continúa. «La idea aún crece. Los problemas que hemos estado considerando conducen a un problema aún más elevado y profundo». Y George se eleva, en estas últimas páginas, como un avión hacia la estratosfera, a una discusión sobre el significado de la vida como «absoluta e inevitablemente ligada a la muerte». Progreso y Pobreza es el único tratado de economía política que conozco que termina con una declaración de fe en la inmortalidad del alma. En esto, George encontró la seguridad de esas «leyes eternas» que finalmente deben reivindicar la causa de la verdad.

Fue este aspecto religioso de la naturaleza de George lo que le permitió encontrar una solución al desconcertante problema de una sociedad que produce pobreza en proporción exacta a su producción de riqueza. Es evidente que Karl Marx, a pesar de su exhaustivo análisis de datos y tendencias, no tenía remedio para un mundo enfermo. Simplemente aguardaba lo que consideraba la catástrofe inevitable que debía azotar a una civilización capitalista, e intentaba preparar a los trabajadores para que se apoderaran de las ruinas, se convirtieran en los herederos del caos y, así, mediante la toma del poder en medio del desastre, controlaran el futuro en su propio beneficio. Henry George no veía la necesidad de una catástrofe. Tenía un remedio para la enfermedad de este mundo. Tenía un programa que lo salvaría a tiempo y evitaría así la calamidad de la desaparición de una civilización más, algo que contemplaba con tanta claridad y terror como su rival socialista. No es de extrañar que, al escribir la última página de su obra maestra, «en plena noche, cuando estaba completamente solo, cayera de rodillas y llorara como un niño. El resto estaba en manos del Maestro». Este fue un sentimiento, escribió, que nunca lo abandonó. «Ha sido para mí una religión, fuerte y profunda»14 .

V

Un último contraste final entre estos dos hombres, ¡y no en sus caracteres, sino en sus destinos!

La filosofía marxista tuvo la oportunidad de probar su valor. En la época de la desintegración de las naciones, en el punto más débil del sistema capitalista-imperialista que era Rusia, llegó la revolución. Los bolcheviques, marxistas devotos, lograron en el momento crítico de 1917 tomar el poder y utilizarlo para erigir una sociedad socialista, o mejor dicho, colectivista. Esta sociedad lleva ya treinta años de existencia y ha ejercido el control supremo durante este período sobre una nación de 180 millones de almas. Ha podido hacer exactamente lo que quería o, si se veía frustrado o encontraba oposición, ha hackeado su camino despiadadamente hacia su objetivo. Todo ha cambiado del zarismo al marxismo, pero todo sigue extrañamente igual. La pobreza aún prevalece, la tiranía aún gobierna, la explotación aún campa a sus anchas. La revolución, como revolución, ha fracasado, y todo por la falta de lo que Karl Marx nunca reconoció: ¡la libertad! Se nos dice que los soviéticos han sacrificado la libertad por la seguridad, quizás de alguna manera, como el perro en el puente sobre el arroyo dejó caer su bocado de carne para agarrar el otro trozo, más grande, que vio reflejado en la corriente. ¡No hay libertad en la nueva Rusia, ni seguridad! ¡Por la sencilla razón de que la libertad es la única seguridad real! Estamos a salvo —tan seguros como podemos estar en este mundo incierto, y en medio de las manías de los hombres— solo mientras seamos libres. Debido a que los rusos no son libres, son el pueblo más desconfiado, aprensivo y temeroso del mundo actual, y por ello no han logrado su objetivo. El marxismo se ha probado, y por falta de libertad se ha encontrado deficiente.

El georgismo no se ha probado. George tampoco querría que se probara mediante ninguna imposición de autoridad. La libertad es esencial para su significado completo. George liberaría la tierra para que el hombre sea verdaderamente libre. El mundo, por lo tanto, no espera una abrogación, ni siquiera una reducción, sino más bien una extensión definitiva de la democracia. Ninguna revolución repentina, y mucho menos violenta, logrará este fin; solo el lento cumplimiento de la verdad, como la subida de la marea. Arthur Hugh Clough ha dibujado el proceso:

For while the tired waves, vainly breaking,
Seem here no painful inch to gain.
Far back, through creeks and inlets making.
Comes silent, flooding in, the main
15.

Pienso en el famoso dicho de Progreso y Pobreza, grabado en la lápida sobre la tumba de Henry George en el cementerio de Greenwood, Brooklyn.

LA VERDAD QUE HE TRATADO DE ACLARAR NO ENCONTRARÁ FÁCIL ACEPTACIÓN. SI PUDIERA, LA HABRÍA ACEPTADO HACE MUCHO TIEMPO. SI PUDIERA, NUNCA HABRÍA SIDO OSCURECIDA. PERO ENCONTRARÁ AMIGOS: AQUELLOS QUE TRABAJAN POR ELLA, SUFREN POR ELLA, Y SI ES NECESARIO, MUEREN POR ELLA. ESTE ES EL PODER DE LA VERDAD.

Nueva York


¿Cómo sería un mundo al revés. un mundo en el que las ideas de Henry George en vez de las ideas de Karl Marx, el georgismo en vez del marxismo, hubieran inundado el mar de mentes de la inmensa mayoría? O mejor aún, un mundo en el que unas y otras formaran parte del conocimiento común.

No tenemos ni idea de cómo las ideas influyen o determinan las sociedades y el mundo en que vivimos. Solo podemos imaginar, especular, flirtear con la idea con los mundos que serían posibles. Pero igual que Holmes en su artículo, no puedo evitar pronunciarme. No tengo la menor duda de que una economía en la que se hubiera probado el georgismo, un mundo georgiano sería muy superior a un mundo esclavizado por el marxismo. Con seguridad, para los que, como Holmes creemos en la libertad.

Apostaría por ello. ALL IN.

____________________

  1. Henry Geroge fue uno de los que vio la Tierra como nave espacial, un tema sobre el que espero volver en breve. ↩︎
  2. George, Henry. “Progress and Poverty. An Inquiry Into the Cause of Industrial Depressions and of Increase of Want with Increase of Wealth. The Remedy.” 1879. Puede leerse, por ejemplo aquí: Progress and Poverty ↩︎
  3. Algunas de sus ideas se han incorporado a la corriente principal de pensamiento. No todas, y desde luego no su idea sobre la explotación de los recursos comunes (la tierra). ↩︎
  4. I never had the good fortune to meet Karl Marx, nor have I been able to read his works, which are untranslated into English. I am consequently incompetent to speak with precision of his views. As I understand them, there are several important points on which I differ from them. But no difference of opinion can lessen the esteem which I feel for the man who so steadfastly, so patiently, and so self-sacrificingly labored for the freedom of the oppressed and the elevation of the downtrodden. (Henry George’s Letter at the Funeral of Karl Marx.) ↩︎
  5. Mantener una conversación con algunas de las IAs del momento es interesante. ↩︎
  6. Matemáticas para desayunar ↩︎
  7. Sobre un futuro Laboratorio de las Ideas, con el que conecta este post. ↩︎
  8. Holmes, John Haynes. “Henry George and Karl Marx A Plutarchian Experiment.” The American Journal of Economics and Sociology 6, no. 2 (January 1947): 159–68. https://doi.org/10.1111/j.1536-7150.1947.tb00657.x. ↩︎
  9. El artículo original puede leerse aquí. © American Journal of Economics and Society, Blackwell Publishing Limited. La traducción (con todos los errores que contendrá) es obra del que firma este post. Francisco J. Jariego, Henry George y Karl Marx. Vidas paralelas, ideas perpendiculares © 2025 CC BY-NC-SA 4.0) ↩︎
  10. En «The Philosophy of Henry George,» New York, The Macmillan Co., 1933, pp. 237-8. ↩︎
  11. ¿Y acaso el rostro divino brilló sobre nuestras colinas nubladas? ¿Y se construyó Jerusalén aquí, entre estos oscuros molinos satánicos? ↩︎
  12. [Cp. F. C. R. Douglas, «Karl Marx’s Theories of Surplus Value and Land Rent,» London, Henry George Foundation, 1939—EDITOR.] ↩︎
  13. Op. cit. Nota 10 ↩︎
  14. Henry George, Jr., «The Life of Henry George,» New York, Robert Schalkenbach Foundation, 1942, pp. 311-2. ↩︎
  15. Porque mientras las olas cansadas, rompiendo en vano, parecen no tener ningún centímetro que ganar, desde allá atrás, a través de arroyos y ensenadas, llega silenciosa, inundando, el mar. ↩︎

Jariego, Francisco J. “Henry George y Karl Marx. Vidas paralelas, ideas ¿perpendiculares?” Adyacente posible (blog), 29 de junio, 2025. https://adyacenteposible.com/2025/06/29/henry-george-y-karl-marx-vidas-paralelas-ideas-perpendiculares/.

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