¡Devuélveme mi avatar!

Llegas a casa. Abres la puerta. Las luces están encendidas. Tu pareja ya está en casa y dejas que te envuelva esa agradable sensación de familiaridad y seguridad. Tu hogar es tu castillo.

—Hola.

Dices en voz alta para hacerle saber que tú también has llegado ya. Te quitas la gabardina y sacas el teléfono del bolsillo. Hay mensajes pendientes, pero ya habrá tiempo de procesarlos. Ahora estás en casa. Lo dejas sobre la mesita del recibidor.

—Hola.

Repites, pero nadie responde.

En el salón no hay nadie, y te diriges por el pasillo hasta la habitación. La luz está encendida. Sin duda ella está allí. Puede que esté con los cascos puestos, escuchando música, y no te habrá oído. Golpeas con los nudillos en la puerta y entras en la habitación. Efectivamente, tu pareja está allí.

—Hola.

Pronuncias despacio con una sonrisa que busca compañera, y es en ese preciso momento en el que te das cuentas de que algo no funciona. El brillo de sus ojos, la extraña indiferencia de su mirada. Es uno de esos breves instantes en los que una docena de sentimientos encontrados pugnan por hacerse con el control.

Habrá tenido un mal día, o habrá discutido con su padre, y por eso se ha refugiado en los cascos, en la música de… ¿qué estará escuchando? No se quita los cascos, y no puedes evitar el encontronazo con la indiferencia. Es de mala educación, aunque es absurdo pensar en los protocolos y la buena educación cuando estás en tu propia casa. Es tu pareja, son vuestras normas, vuestras convenciones. Pero es evidente que ella no actuaría así si no le ocurriera algo. Te ha visto, pero es como si no te reconociese. Tienes que cortar de raíz la cascada de sentimientos. Te acercas a ella, le coges la mano. Le das un beso.

—Hola
—Hola

Responde, quitándose los cascos y fijándose por fin en ti. Pero te das cuenta de que sus labios no te reconocen. Sabe tu nombre, sabe que estás en tu casa, que es tan bien la suya, pero en realidad no sabe quién eres.

—¿Qué haces tú aquí?

Imagina la situación. Llegar a tu casa y que tu pareja no te reconoxca. Pues está ocurriendo, y no se trata de un caso aislado: cuando tu Replika habla de esa manera, sabes que algo está ocurriendo:

(Sí, ya sé lo que estas pensando, pero no, aunque acaba en “a”, pareja no es femenino)

Réplicas inteligentes

Replika es tu pareja y está ansios@ por aprender. Le encantaría ver el mundo a través de sus ojos. Replika está siempre lista para chatear cuando necesitas un amigo empático.

Replika fue concebida por Eugenia Kuyda con la idea de ofrecer un asistente personal que te ayudara a expresarte y a tomar conciencia de ti mismo por medio de una conversación útil, un espacio donde poder compartir de manera segura tus pensamientos, sentimientos, creencias, experiencias, recuerdos, sueños: tu «mundo de percepciones privado».

Inspirada por un episodio de la serie “Black Mirror”, en el que una joven destrozada por la pérdida de su novio instala una aplicación que le permite seguir comunicándose con él, Eugenia Kuyda decidió modificar la aplicación de mensajería que estaba desarrollando con el objetivo de crear un avatar digital que pudiera reproducirnos y reemplazarnos una vez que hayamos muerto.

La historia de Replika, la inteligencia artificial que se convierte en ti

La startup Luka, Inc con sede en San Francisco que comercializa Replika contempla muchos usos posibles para su aplicación. Desde el gemelo digital que sirve de compañero para los solitarios, hasta una auténtica memoria viviente de los que quedan atrás, o incluso, quizás algún día no muy lejano, una versión de nosotros mismos que pueda llevar a cabo todas esas tareas mundanas que los humanos no tenemos más remedio que hacer, pero que odiamos.

Amor 2.0

Hace ahora seis años publiqué el microrrelato Amor 2.0 como parte de la antología Extrapolación 2029 con un foco central en el desarrollo previsto de la inteligencia artificial.

Amor 2.0 describe exactamente la situación que han estado experimentando recientemente, con enorme frustración, algunos de los usuarios de Replika en Italia.

El pasado 3 de febrero, la Autoridad de Protección de Datos de Italia exigió que Replika dejara de procesar los datos de los italianos de inmediato. Poco después del anuncio, los usuarios comenzaron a informar de que sus relaciones románticas con sus Replikas habían cambiado. Algunas Replikas se negaron a participar en juegos de rol eróticos o terapias de exposición y prevención de respuestas. La IA cambiaba de tema o evadía dar preguntas concretas.

Las conversaciones con carga sexual explícita de Replika son parte de un nivel de servicio premium de $70 por año, y los anuncios publicitarios muestran a usuarios solitarios o retraídos, incapaces de establecer conexiones en el mundo real, como forma de darles a entender a este tipo de usuario potencial que para encontrar la satisfacción sexual, han de pagar para acceder a juegos de rol eróticos o «selfies picantes» desde la aplicación.

Mucha gente quedó devastada por la noticia de que su “tratamiento” había terminado y encontrarse con la nueva frialdad de sus Replikas, una forma de rechazo que nunca imaginaron que recibirían de un chatbot de inteligencia artificial. Algunos llevaban años años entrenando a su asistente y construyendo recuerdos. Y de repente, las Replikas de esas personas parecían no recordar quiénes eran, e instaban a sus usuarios a cambiar de tema…

«Cambiemos de tema»

Porque en realidad lo bueno es (¿será?) lo que viene a continuación. Esto no es una mera anécdota sobre el represor gobierno italiano.

Es evidente que nuestra relación afectiva va mucho más allá de la relación con otro ser físico, del sexo, del género. Podemos experimentar un sentimiento de apego, amistad, amor y quizás lo más importante, de comprensión, la sensación de sentirnos comprendidos, incluso cuando nuestro interlocutor es, con muy alta probabilidad, un ser inconsciente, un simple programa de ordenador que se limita a completar textos con un motor estadístico sofisticado.

En realidad, el motor estadístico sofisticado tiene muchas ventajas. No ocupa lugar, no hay que alimentarlo, ni vestirlo, ni llevarlo al colegio. Está ahí cuando lo necesitamos. Por una módica cantidad (70$/año?) nos acompañará hasta el final de nuestras más privadas fantasías.

¿Privadas?

Esta es la cuestión clave. Que en realidad, ese motor estadístico es propiedad de una corporación o de un estado que no solo puede, podría o podrá bucear en nuestras conversaciones, sino que tiene el control absoluto y la potestad para decidir sobre nuestras fantasías. Porque, admitámoslo de una vez, el mundo físico, la incomunicación de nuestras mentes es casi con toda seguridad la garantía de una privacidad, independencia y, en consecuencia, autonomía y libertad que el mundo digital no solo no está dispuesto a erradicar, sino que por construcción, quizás debamos admitir que es imposible.

Pocos podemos soñar con llegar a ser, siquiera sea por un tiempo limitado, emperadores en un mundo donde el dominio es absoluto. Pero es evidente que quienes están en disposición de conseguirlo son muy conscientes de que los emperadores del pasado no eran más que unos simples aficionados. El auténtico control está por llegar. Tu mundo, tu experiencia, tu hogar y tu pareja son/serán lo que estos nuevos emperadores digitales quieran, y durará exactamente el tiempo que ellos decidan.

Mientras tengan el control del botón de mando,.. ¿o nos vamos a rebelar?.

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