Si existe un escritor conocido y ampliamente reconocido, del que todo el mundo hoy en día conoce su nombre, posiblemente ha leído algo y con seguridad, ha visto alguna de las muchas películas inspiradas directa o indirectamente en su obra, ese autor es sin duda Julio Verne.
Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, 20.000 leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en 80 días, Miguel Strogoff. Durante el último siglo y medio muchos niños y adolescentes hemos descubierto el pequeño planeta que habitamos a través de los Viajes extraordinarios de Julio Verne, mucho mejor que en las aburridas clases de geografía del colegio.
Mi objetivo ha sido representar la Tierra, y no sólo la Tierra, sino el universo, pues a veces he sacado a mis lectores de la tierra con mis novelas. Y al mismo tiempo he intentado alcanzar un ideal muy elevado de belleza y estilo.

Los viajes extraordinarios de Verne funcionan como “máquinas de sueños”. Leerlos permite viajar hasta las fronteras de lo conocido. Pero Verne era muy consciente de que no enfrentaba una misión sencilla:
¡Sí! Pero la Tierra es muy grande y la vida es muy corta. Para dejar una obra terminada, habría que vivir al menos 100 años.
Y como veremos a continuación, eso es exactamente lo que hizo, convertirse en un inmortal, siguiendo la receta que, poco tiempo después, otra gran escritora dejaría claramente detallada en un manual.
Pero lo que pretende explorar este breve ensayo son algunas de las contradicciones que, de manera inevitable, incluso un personaje de la talla de Julio Verne, escritor de éxito hoy indiscutible, ha de afrontar a lo largo de su vida cuando se impone una tarea que le fuerza a romper moldes y abrir cerrojos para penetrar en territorios todavía inexplorados por la sociedad y la cultura en la que ha de desenvolverse.
Me centraré, en concreto, en tres contradicciones que están en la raíz y la razón de ser de Adyacente Posible:
- Julio Verne no tenía formación científica y no sabía de ciencia (según sus propias declaraciones). Pero se dedicó a la escritura de «romances científicos»: un viaje a través del conocimiento, o con el conocimiento científico y tecnológico como compañero inseparable de viaje. ¿Era ciencia ficción lo que escribía y tiene eso acaso alguna importancia?
- Julio Verne ha pasado a la historia como defensor del progreso, divulgador de las maravillas de la tecnología y admirador de la cultura de emprendimiento e innovación de la sociedad norteamericana, que de manera inevitable contraponía a las rigideces de la sociedad francesa. Pero en realidad, hay un lado oscuro en su visión, tanto de la tecnología como de la sociedad norteamericana, que a lo largo de su carrera se va haciendo más evidente, pero que Julio Verne contemplaba desde su juventud. ¿En qué medida estaba Verne a favor de la tecnología y el progreso?
- A pesar de ser un escritor de enorme éxito comercial desde sus comienzos, no fue reconocido (en vida) como creador literario por el establishment. Los textos de Verne representan también otro tipo de viaje extraordinario, uno que ponía a prueba los límites de las convenciones literarias ortodoxas en la Francia de finales del siglo XIX. Al mezclar intencionalmente la ciencia con la literatura, Verne estaba rompiendo todas las reglas. ¡Y eso sí que no se puede permitir!
Verne es posiblemente uno de los autores más distorsionados, censurados y mal traducidos de todos los tiempos. Su historia como creador es un viaje no menos arriesgado ni apasionante que los que nos dejó escritos, un viaje extraordinario en este caso, a través de la orografía a menudo agreste de la sociedad y la cultura, que me tomaré la libertad de titular: 20.000 leguas de viaje literario y cultural.
Para realizar este viaje por el océano de las contradicciones sobre las que tuvo que navegar Julio Verne he escogido la fabulosa máquina de navegar que nos ofrece la extensa e inspiradora labor de investigación de Arthur B. Evans1 .
- Verne y la ciencia ficción
- Verne y América
- Julio Verne y el canon literario francés
- Final infeliz
- Paris siglo XX
- Final… ¿Feliz?

Verne y la ciencia ficción
Julio Verne es citado usualmente, junto a Mary Shelley, H G Wells, Joseph Campbell y Hugo Gernsback, como uno de los pioneros y/o creadores del género de la ciencia ficción. Para muchos lectores y autores que vinieron detrás hay pocas dudas. Ray Bradbury resume la influencia de Verne en la literatura y la ciencia con un conciso: «Todos somos, de una manera u otra, hijos de Julio Verne». Pero Julio Verne no escribió ciencia ficción.
En 1851, Verne entra en contacto con Pierre-Michel-François Chevalier «Pitre-Chevalier»), editor en jefe de la revista Musée des familles. Su padre insistía para que abandonara sus pretensiones artísticas y literarias y se centrara en la abogacía, que era lo que había estudiado, y que le permitiría heredar su propio bufete en Nantes. Pero Verne tenía 23 años y, desde luego, otras ideas:
¿No tengo derecho a seguir mis propios instintos? Es porque sé quién soy que me doy cuenta de lo que puedo ser algún día.
Pitre-Chevalier estaba buscando artículos sobre geografía, historia, ciencia y tecnología, y deseaba asegurarse de que tuvieran un componente educativo que fuera accesible a grandes audiencias populares utilizando un estilo de prosa sencillo y una historia de ficción atractiva.
Verne le ofreció un cuento histórico que se publicó en julio con el título L’Amérique du Nord, études historiques: Les Premiers Navires de la marine mexicaine (Un drama en México). Y un mes despues publicó La Science en famille./ Un voyage en ballon./ (Réponse à l’énigme de juillet.) (Un viaje en globo), que anticipa ya la temática de la que será su primera novela Cinq semaines en ballon (Cinco semanas en globo), publicada en 1863, por el que se convertiría en su editor principal Pierre-Jules Hetzel.
Un voyage en ballon y «Maître Zacharius» (abril 1854) muestran cómo Verne, que tenía como referentes a Edgar Alan Poe, Daniel Defoe o Victor Hugo, desarrolló de manera muy temprana su característica técnica de incorporar explicaciones especulativas cuasi científicas —¿info dumps?— en aventuras de apariencia sencillas enmarcadas en el romance geográfico basado en hechos reales.
Verne empezó a gestar la idea de un nuevo tipo de novela, un Roman de la Science (novela de ciencia), que le permitiera incorporar grandes cantidades del tipo de información con la que él disfrutaba en sus investigaciones en la Biblioteca. Se cuenta que discutió el proyecto con Alexandre Dumas padre, que había intentado algo similar con la novela inacabada Isaac Laquedem, y que alentó con entusiasmo el proyecto de Verne.
La relación entre los Viajes extraordinarios de Verne y el género de ciencia ficción es compleja. Aunque Verne es hoy reconocido como uno de los fundadores del género, y su profunda influencia en su desarrollo es indiscutible, muchos escritores antes que él, como Luciano de Samosata, Voltaire y Mary Shelley, también son citados como creadores (o precursores) de la ciencia ficción, una ambigüedad inevitable y consustancial a la vaga definición y el sinuoso recorrido histórico del género (en el que, por supuesto, se recrean los estudiosos del tema).
Maurice Renard afirma que Verne «nunca escribió una sola frase de ciencia-maravillosa», y que esta es la principal diferencia entre H.G. Wells (capaz de postular una máquina para viajar en el tiempo) y Julio Verne (que solo extrapola inventos más o menos inminentes, como el submarino)2:
Julio Verne nunca escribió una sola frase de maravilla científica. En su época, la ciencia estaba preñada de muchos descubrimientos inminentes; Verne simplemente supuso que ya habían nacido antes de que realmente existieran. Se limitó a extrapolar descubrimientos que estaban ya camino de ver la luz del día. En sus narraciones, a lo sumo, había un elemento desconocido.
Verne por supuesto tenía su propia opinión al respecto3:
No veo posibilidad de comparación entre su obra [H. G. Wells] y la mía. No procedemos de la misma manera. Se me ocurre que sus historias no descansan sobre bases muy científicas. No, no hay relación entre su obra y la mía. Yo utilizo la física. Él inventa. Yo voy a la Luna en una bala de cañón, disparada desde un cañón. No hay invención. Él va a Marte en una aeronave que construye con un metal que anula la ley de la gravitación.
Verne argumentó reiteradamente en sus entrevistas que sus novelas no estaban destinadas a ser leídas como científicas, insistiendo en que no había inventado nada. La esencia del método de Verne es la extrapolación controlada de la tecnología contemporánea, y su aplicación a la exploración y al turismo de ocio. Su objetivo era representar la tierra4:
Escribí Cinco semanas en globo no como una historia sobre viajes en globo, sino como una historia sobre África. Siempre me interesó mucho la geografía, la historia y los viajes, y quería dar una descripción romántica de África. Y no había otra manera de llevar a mis viajeros a través de África que en un globo. Por eso se introduje el globo… Puedo decir que en el momento en que escribí la novela, como ahora, no tenía fe en la posibilidad de que algún día se pilotaran globos…
Sospecho no obstante que estas afirmaciones un poco rimbombantes del propio Verne tienen más que ver con el entorno socioeconómico y cultural en el que se desenvolvía, y animo al lector de este ensayo a que saque sus propias conclusiones sobre su especulación científica y tecnológica.
En estrecha relación con su reputación de autor de ciencia ficción está la afirmación repetida a menudo de que Verne fue un «profeta» del progreso científico, y que muchas de sus novelas involucran elementos de tecnología que eran fantasía en su época pero que se volverían comunes. Estas afirmaciones tienen una larga historia, especialmente en los Estados Unidos, pero el consenso académico moderno es que las afirmaciones de profecía son muy exageradas.
Verne negó con igual rotundidad que pretendiera ser un profeta o futurista, afirmando que cualquier conexión entre los avances científicos y su obra era «mera coincidencia» y atribuyendo su indiscutible precisión científica a su extensa labor de investigación: «incluso antes de empezar a escribir historias, siempre tomaba numerosas notas de cada libro, periódico, revista o informe científico que encontraba»5:
Los italianos habían inventado los barcos submarinos sesenta años antes de que yo creara a Nemo y su barco. No existe ninguna conexión entre mi barco y los que existen actualmente. Estos últimos funcionan mediante medios mecánicos. Mi héroe, Nemo, siendo un misántropo y no deseando tener nada que ver con la tierra, obtiene su fuerza motriz, la electricidad, del mar. Hay una base científica para ello: el mar contiene reservas de fuerza eléctrica, igual que la Tierra. Pero cómo llegar a esta fuerza nunca se ha descubierto, por lo que no he inventado nada.
Evans establece una distinción precisa entre ciencia ficción y ficción científica en un intento de explicar esta aparente contradicción de no saber y no querer, pero escribir sobre ciencia y tecnología. Yo por mi parte sospecho que todas estas afirmaciones un poco rimbombantes (en particular del propio Verne) tienen más que ver con el entorno socioeconómico y académico en que se movía, y animo al lector de este ensayo a que saque sus propias conclusiones sobre la especulación científica y tecnológica de Julio Verne.
En todo caso no es mi intención entrar en el debate académico con un académico que sabe muchísimo más que yo del tema (pero continúa leyendo hasta… el final). Sobre todo porque lo relevante para mí, no es si Verne hizo o quería hacer ciencia ficción (todavía entonces no etiquetada como género literario) o ficción científica. Lo relevante es que fue una persona que observaba con atención y auténtica pasión el desarrollo científico y tecnológico de su época, que deseaba plasmar y compartir lo que observaba. y lo que su observación le llevaba a o le permitía imaginar con fundamento.
Otro componente apasionante de la obra de Verne que Evans describe con detalle y que arroja madera al debate sobre la relación de su obra con el género de la ciencia ficción son las ilustraciones.


En los Viajes extraordinarios publicados por Julio Verne hay más de cuatro mil ilustraciones, un promedio de más de 60 ilustraciones por novela, una cada 6-8 páginas de texto en las ediciones originales de Hetzel. Desde la publicación de su primera novela en 1863, estas láminas y mapas xilográficos de aspecto victoriano constituyen una parte integral de la obra de Verne, como confirma el hecho de que la mayoría de las reimpresiones francesas modernas de los Voyages Extraordinaires mantienen las ilustraciones originales, recuperando las “sensaciones” del entorno sociohistórico del momento y evocando el exotismo lejano y asombro futurista que los lectores originales experimentaron con aquellos textos.
La ciencia ficción se consolidaría finalmente y con completo acuerdo por parte de críticos y académicos con las revistas pulp de la primera mitad del siglo XX, en las que la ilustración juega de igual manera un papel esencial. Se trata no obstante de estilos artísticos diferentes, en los que retrospectivamente es posible apreciar un verdadero salto en el tiempo, más evidente en la estética que en los contenidos o en la narrativa propiamente dichos.
Las ilustraciones xilográficas de estilo victoriano se integran en los textos de Verne intentando realzar los aspectos narrativos y educativos. Junto con las cubiertas ornamentadas del editor Hetzel ayudaron a transformar las novelas de Verne en valiosos objetos de arte para generaciones de coleccionistas. Las revistas pulp apuestan por portadas visualmente impactantes e ilustraciones interiores que se inspiran ya en la estética cinematográfica e irán evolucionando rápidamente. Si las ilustraciones de Verne servían principalmente de apoyo al texto, el arte de las revistas pulp sirve para atraer lectores. Desempeña un papel crucial de marketing y quedará estrechamente ligada a la popularidad del género.
Hay sin embargo un factor común en la utilización de ilustraciones, que el artículo de Evans publicado en 1998, aflora de manera implícita:
Y, sin embargo, hasta la fecha, la mayor parte de la crítica prácticamente ha ignorado el papel crucial que desempeñaron estas ilustraciones en la obra de Verne.
Las ilustraciones de Verne como las de las revistas Pulp de manera ya explícita alejan a las creaciones y a sus creadores de las torres de marfil de «la academia», y apostaría a que contribuyeron de manera decisiva a la adscripción de Verne a la categoría de autor infantil. Porque la literatura seria no puede permitirse semejantes frivolidades, y una obra de ficción literaria donde la ilustración juega un papel relevante ha de ser necesariamente una obra infantil o juvenil.
Mi propia experiencia me lleva a concluir que la imagen resulta además un elemento mucho más contundente que el texto, que requiere un procesado temporal —lectura— más extenso. Una imagen vale más que mil palabras, muy especialmente a la hora de establecer juicios de valor impulsivos, en muchos casos manifiestamente polarizados. La imagen gusta o no gusta, atrae o no atrae, su estilo es apropiado o no y cualquiera puede juzgarlo con solo ojear superficialmente el libro o la portada de la revista. Estando por construcción vinculada y subordinada al texto se convierte en vehículo idóneo para canalizar la opinión oportunista (como demuestran hoy de manera fehaciente los “memes” en redes sociales) y no digamos ya el debate reciente (y virulento) sobre la invasión de imágenes que nos arroja la inteligencia artificial.
Imágenes que no dudo que Julio Verne habría deseado utilizar. Dejo aquí una, para que conste en acta.

Verne y América
Verne vivió un período histórico de sorprendentes descubrimientos, inventos y desarrollo tecnológico, en plena revolución industrial. Extensas regiones del mundo, hasta entonces prácticamente desconocidas para la sociedad occidental, fueron exploradas y documentadas. El despliegue del telégrafo, los ferrocarriles, la electricidad y el teléfono, ocurrieron durante su vida. Y algunos otros, como las aeronaves diversas o el submarino, continuaban su lento proceso de incubación, entre la experimentación y la especulación.
Estados Unidos toma el protagonismo y liderazgo en muchos de estos desarrollos tecnológicos, alcanzando una cota de máximo de esplendor y debate social en los años de la Gilded Age. Era inevitable que, para alguien como Julio Verne, apasionado por el desarrollo científico y tecnológico, los Estado Unidos ejercieran una enorme influencia. Verne estaba fascinado por los Estados Unidos del siglo XIX.
El sistema ferroviario de los Estados Unidos, símbolo de la ingeniería estadounidense y de su conquista de todo un continente, resultó especialmente atractivo para Verne. En repetidas ocasiones cantó sus alabanzas como un “instrumento de progreso y civilización”.

Los yanquis, los más grandes mecánicos del mundo, eran ingenieros de nacimiento—como los italianos músicos o los alemanes metafísicos. Pero más allá de sus impresionantes logros tecnológicos, los estadounidenses representan para Verne una sociedad de personas que ejemplificaban las mejores cualidades personales, con mucha más frescura que los europeos, un pueblo esencialmente lógico y pragmático que no se andaba con ceremonias y que no vacilaba en la toma de decisiones.
Había algo utópico en aquella región y en aquella mezcla de diferentes pueblos que coexisten pacíficamente en una tierra fronteriza de libertad y oportunidades Y no es sorprendente que Verne soñara también, como muchos otros novelistas y planificadores sociales europeos del siglo XIX (Robert Owens y Etienne Cabet, entre otros), con establecer ciudades utópicas en el Lejano Oeste estadounidense6.
Para Verne Estados Unidos estaba situado en la frontera entre el “mundo conocido” y los “mundos desconocidos”, y es evidente que es un lugar ideal para dar rienda suelta a sus múltiples inquietudes ficcionales. Más de un tercio de las más de 60 novelas de sus Viajes extraordinarios en mundos conocidos y desconocidos se desarrollan total o parcialmente en suelo estadounidense.
Pero curiosamente Julio Verne solo hizo un viaje a Nueva York, en 1867 a bordo del enorme barco de vapor The Great Eastern, seguido por un breve desplazamiento hacia el norte para visitar las Cataratas del Niágara.

Se cuenta que, en 1839, con solo 11 años, Verne consiguió colarse en el navío de tres mástiles Coralie con la intención de viajar a las Indias y traer de vuelta un collar de coral para su prima Caroline. La tarde en que el navío partió hacia las Indias, hizo escala en Paimboeuf, donde su padre llegó justo a tiempo para detenerle y hacerle prometer que viajaría «sólo en su imaginación».
Es fantasía, pero al parecer esta fue la estrategia que siguió Verne con los Estados unidos
Viajar obsesionó a Verne desde su temprana infancia. Los viajes le permitían escapar tanto de la Francia postnapoleónica que lo envolvía como de las intromisiones de su esposa que no leía sus libros y tenía escasa idea de por qué los escribía. Viajar había sido su raison d’être desde sus primeros éxitos literarios.
El viaje es la máquina de sueños de Verne, pero para soñar en la segunda mitad del siglo XIX no hacía falta viajar. Se podía soñar (viajar) en la biblioteca: leer, documentarse, investigar sobre lo que estaba ocurriendo.
Los sentimientos de Verne sobre Estados Unidos evolucionaron también de manera dramática a lo largo de su vida. La trayectoria de Verne suele dividirse en fases bien diferenciadas. Una primera fase de descubrimiento, de 1862 a 1886, que correspondería con su período positivista. Una época de madurez, de 1886 hasta su muerte en 1905, que podría considerarse el período pesimista de Verne. E incluso una tercera (y póstuma) época de desencanto, de 1905 a 1919, correspondiente al período en el que su hijo (Michel Verne), publica las obras que su padre dejó escritas… después de ser “sustancialmente” renovadas.
La segunda mitad de la carrera literaria de Verne, de 1886 a 1905, es muy diferente de la primera en su tono ideológico general. Verne se aleja de los cuentos de exploración y descubrimiento pro-ciencia y progreso, y se acerca más a la exploración de los peligros de la tecnología creada por científicos llenos de arrogancia. Es un cambio lento pero constante desde una cosmovisión optimista y positivista hacia otra que es a menudo más pesimista, socialmente crítica y a veces vehementemente anticientífica.
El lector también encuentra en los Viajes extraordinarios de Verne otra América, muy diferente, menos preocupada por la exploración científica y más por la explotación imperialista, una América cuyos ciudadanos siguen siendo enérgicos e inventivos pero cuyos motivos ahora están teñidos de codicia y sed de poder. En sus últimas obras, los científicos de Verne aparecen retratados cada vez más como bufones o megalómanos. En este sentido, es interesante observar por ejemplo la metamorfosis del ingeniero aeronáutico estadounidense Robur.
Del Robur Conquistador (Robur-le-Conquérant, 1886) que decide con buen criterio que la humanidad aún no está preparada para su tecnología y desaparece con ella, a bordo de su maravilloso helicóptero dirigible Albatros, pero anticipando un regreso:
Me voy ahora y me llevo mi secreto conmigo. Pero no se perderá para la humanidad. Os pertenecerá el día en que seáis lo bastante instruidos para sacar provecho de él y lo bastante sabios para no abusar nunca de él. Ciudadanos de los Estados Unidos: ¡adiós!
Al Robur Amo del Mundo (Maître du monde, 1904) que rompe su promesa y, con su nuevo y poderoso coche-barco-avión Terror, comienza a intimidar a la humanidad por el puro placer de demostrar su superioridad.
Rechazo de manera absoluta y definitiva las sumas que me ofrecen por mi invento. Mi máquina no será ni francesa ni alemana, ni austríaca ni rusa, ni inglesa ni americana. El invento seguirá siendo mío y lo utilizaré como me plazca. ¡Con él reinaré sobre el mundo entero!
Otro hecho destacable contribuye a esta contradicción de Verne con América. Las traducciones de su obra al inglés, y la imagen que como autor ha tenido en el mercado anglosajón.
En línea con su éxito editorial, la traducción de Verne al inglés comenzó en 1852, con la publicación de su viaje en globo en la revista estadounidense Sartain’s Union Magazine of Literature and Art en traducción de Anne T. Wilbur. Pero los editores británicos y estadounidenses de Verne decidieron comercializar sus libros casi exclusivamente entre el público joven, una decisión que tendría un impacto muy significativo y duradero en la reputación de Verne en los países de habla inglesa.
Las traducciones al inglés han sido además ampliamente criticadas por sus extensas omisiones, errores y alteraciones textuales, y no se consideran representaciones fiables de las novelas que escribió Verne. En la introducción a una edición de Viaje al centro de la tierra, Michael Crichton destaca en 2001:
La prosa de Verne es fluida y rápida, de una manera peculiarmente moderna… [pero] Verne ha sido particularmente mal servido por sus traductores ingleses. En el mejor de los casos, nos han proporcionado una prosa torpe, entrecortada y desafinada. En el peor, como en la famosa «traducción» de 1872 [de Viaje al centro de la Tierra] publicada por Griffith & Farran, han alterado alegremente el texto, dándole a los personajes de Verne nuevos nombres y añadiendo páginas enteras de su propia invención, borrando así de manera efectiva el significado y el tono del original de Verne.
Y en la introducción a la biografía publicada en 2006, William Butcher afirma7:
La mayoría de las obras en inglés son doblemente falsas y tergiversaciones de obras censuradas. Por ejemplo, ni una sola palabra del capítulo 1 de Viaje al centro de la Tierra, el más traducido al inglés, se corresponde con el original francés; y la mayoría de las ediciones de Veinte mil leguas resumen la novela a un cuarto de su contenido. En el Verne traducido al inglés, los héroes visitan los «desagradables territorios de Nebraska» o «saltan» sobre parte de una isla; el acero tiene una densidad de «0,7 o 0,8, como el agua»; se hace referencia a «ciruelas pasas» o «Galilea»; y Napoleón muere con el corazón roto «en Saint Helens» (Lancashire, Inglaterra). ¡Verne escribió «Tierras malas», «hacen explotar», «ciruelas», «7,8», «Galileo» y «en Santa Elena»!. Es en versiones como esas, con mutilaciones y errores, en las que se han basado a menudo las películas y los comentarios.
Por alguna obsesiva razón comercial al mercado editorial y de manera muy especial al cine les fascina desvirtuar las creaciones originales, reconvertirlas, reinventarlas. o deconstruirlas. Flaco favor le hacían a Verne sus admirados emprendedores americanos. ¡O quién sabe! Quizás sea esta aparente sinrazón comercial la razón por la que hoy es mundialmente famoso.
Las traducciones de la obra de Verne han ido mejorando con el tiempo, sobre todo a partir de mediados de siglo XX, pero las más antiguas y deficientes continúan republicándose debido a su condición de dominio público y su fácil disponibilidad en línea.
A la dificultad para comprender qué escribió y qué no escribió Verne, se suma la labor editorial de su hijo Michel. Al comparar los manuscritos originales de Julio Verne con las versiones publicadas después de su muerte, los investigadores modernos descubrieron que Michel hizo mucho más que simplemente editarlos. En la mayoría de los casos los reescribió por completo: reformuló las tramas, agregó personajes y les dio un estilo más melodramático. (Todo el mundo parece haber querido editar a Verne 😉
La reacción de los académicos ha sido mixta. Algunos críticos condenan estas obras póstumas por estar contaminadas; otros las consideran una parte legítima de la colaboración entre padre e hijo, una prórroga o una natural extensión del Julio Verne que persigue la inmortalidad. El debate continúa.
Al final, la verdadera identidad de los Estados Unidos en las obras y la vida de Julio Verne sigue siendo profundamente ambigua, y tal como recapitula Evans:
En Estados Unidos, es justo decir que a Julio Verne se lo recuerda principalmente como el “padre de la ciencia ficción”. Pero otro legado que nos dejó en sus novelas proféticas fue este espejo ficticio en el que los estadounidenses estamos invitados a vernos como nos vieron otros una vez, y tal vez como nos estén viendo nuevamente hoy.
Quizás lo único que hacía Verne era dibujar con palabras las historias que veía o imaginaba, con toda su ambigüedad y ambivalencia.

Julio Verne y el canon literario francés
Desde la publicación de sus primeras novelas —Cinq semaines en ballon (1863), Voyage au centre de la Terre (1864) y De la Terre à la Lune (1865)— las ventas de las obras de Verne fueron asombrosas, ganándole el reconocimiento que buscaba como novelista prometedor8.
Tenía veinticinco años cuando escribí mi primera novela científica. Se trataba de “Cinco semanas en globo”. Fue publicada por Hetzel en 1861 y tuvo un gran éxito inmediato.
Pero la popularidad en los círculos literarios franceses era un arma de doble filo. Debido a su “popularidad” Verne fue sistemáticamente rechazado —¿cancelado?— por el establishment literario y universitario francés. Se trataba de “un simple escritor de cuentos para niños”. Muy representativas, por ejemplo, fueron las opiniones de Emile Zola, quien desestimó repetidamente tanto a Verne como a sus novelas por considerarlas totalmente no literarias:
…un aimable vulgarisateur, M. Verne obtenait des succès énormes avec ses livres qui succédaient aux contes de Perrault, entre les mains des enfants. Les féeries d’il y a trente ans étaient tirées de ces contes; il devenait logique que les féeries d’aujourd’hui fussent tirées des livres de M. Verne.
Si les Voyages extraordinaires se vendent bien, les alphabets et les paroissiens se vendent bien aussi à des chiffres considérables… [Ils sont] sans aucune importance dans le mouvement littéraire contemporain.
La correspondencia de Verne sugiere que continuó albergando la esperanza de que algún día se le reconociera su importante contribución a las Belles-lettres de su país y que, finalmente, se le concediera el lugar que le correspondía en la historia de la literatura francesa. Pero en ese sentido sufrió una amarga decepción.

Aunque concedió un premio a sus Voyages extraordinaires en 1872, la prestigiosa Académie Française despreció sistemáticamente a Julio Verne, que nunca llegó a ser aceptado como miembro de la institución.
¿Cuáles fueron las razones sociales subyacentes a la falta de reconocimiento “oficial” de Verne? Evans nos lo detalla:
- La noción rígida y jerárquicamente definida de la literatura durante este período: La canonización literaria fue (y sigue siendo) el resultado de un triple proceso social de selección inicial, institucionalización curricular y prácticas editoriales
- En palabras de un crítico: [Verne] no es, propiamente hablando, un novelista, porque el amor, base de todas las novelas, brilla por su ausencia en la mayoría de sus obras. Las mujeres casi siempre quedan relegadas a un segundo plano… sus héroes no tienen tiempo que perder con las dulces palabras del travieso diosito9.
- La inevitable cuestión del estilo: ¿Julio Verne? ¡Un narrador de cuentos de hadas con pretensiones pseudocientíficas! ¡Un artista de secundaria! Un tejido de improbabilidades sin psicología y sin estilo! ¡Literariamente no existe!10
Verne fue siempre muy sensible al requisito de respetabilidad literaria y reelaboró laboriosamente sus composiciones una y otra vez para mejorar su estilo. Junto con su deseo de mostrar el mundo, Verne destaca su aspiración estética y literaria11:
Y al mismo tiempo he intentado alcanzar un ideal muy elevado de belleza y estilo. Se dice que en una novela de aventuras no puede haber estilo, pero no es cierto; aunque admito que es mucho más difícil escribir una novela de este tipo en forma literaria atractiva que los estudios de personajes que están tan de moda hoy en día.
Pero a diferencia de H G Wells, que pareció no escribir nunca bajo el control o la influencia (ni siquiera benigna) de nadie, ciertamente de ninguno de sus veinticinco o más editores independientes, Verne escribió bajo restricciones significativas. Bajo la incesante presión de su editor principal Jules Hetzel, Verne editaba y suavizaba sus manuscritos antes de publicarlos. Cuando su revisión era insuficiente, el mismo Hetzel los expurgaba.
De hecho, muchos de esos manuscritos originales han permanecido en gran medida desconocidos hasta fechas muy recientes12.
Estos preciosos documentos nos revelan las novelas antes de la lectura del editor, Jules Hetzel, que corta, o hace cortar, todo lo que le parece inadecuado para ser leído por los niños burgueses, ya sea por razones políticas, de violencia o de erotismo… Casi todos los estudios realizados hasta la fecha, incluso las ediciones académicas de estas novelas, descuidan este aspecto: interpretan, no las obras que escribe el novelista, sino aquellas, a veces torpes, de época a otras incomprensibles, que resultan de los cambios editoriales. El objetivo de este volumen será, en definitiva, comprender el desarrollo de las obras más importantes, buscar a Verne “en su estado natural”.
Los esfuerzos de Verne por adaptar su estilo de escritura a las expectativas históricas estaban condenados al fracaso desde el principio. Sus temas exigían un tipo de estilo que nunca antes se había intentado. Al crear sus novelas científicas, Verne combinaba dos tipos de discurso muy diferentes, el científico y el literario, que tradicionalmente se consideraban mutuamente excluyentes. Verne sería etiquetado como un autor que simplemente no tenía «suficiente estilo».
Pero Evans destaca además otras tres razones sociales por las que las obras de Verne no pudieron ser reconocidas como canónicas durante la segunda mitad del siglo XIX: ciertos cambios que tuvieron lugar dentro del establishment literario francés, el conflicto permanente entre la Iglesia Católica y las fuerzas del anticlericalismo. y el progresivo aumento del anti cientificismo entre el propio público francés.
- Todas las obras literarias consideradas como poseedoras de alguna función “útil” para la sociedad en términos prácticos, morales o educativos se convertían inmediatamente en sospechosas. Cualquier novela, cuento, colección de poesía u obra de teatro que se considerara que albergaba intenciones de edificación pública era descartada por la élite intelectual como intrínsecamente no literaria.
- La cuestión de los viajes extraordinarios y la Iglesia católica. Un tema de violenta controversia fue la cuestión de la educación pública: laicos versus católicos, programas de ciencias versus programas de “letras”, etc. Aunque el editor de Verne, Hetzel, hizo grandes esfuerzos por mantener una posición religiosa neutral en sus publicaciones, a menudo no había un punto medio aceptable para ambas partes. Aunque las novelas de Verne están repletas de referencias a Dios, la Providencia y el Creador, también suelen citar el peligro, el destino y la fatalidad como que las fuerzas ocultas gobiernan las acciones de sus héroes y villanos. Este rasgo narrativo particular, si bien no le valió una condena total por parte de la Iglesia, sí la siguiente advertencia del poderoso periodista católico Louis Veuillot (en una carta dirigida a Hetzel)13: «Todavía no he leído los Viajes extraordinarios del señor Verne. Nuestro amigo Aubineau me dice que son encantadores, salvo una ausencia… que lo estropea todo y deja las maravillas del mundo en un estado de enigma. Es hermoso pero es inanimado. Alguien falta…» Sí, en las obras de Verne, faltan Dios y/o su hijo Cristo.
- Por último, Verne fue uno de los primeros novelistas franceses que intentó tender un puente sobre una profunda brecha cultural que dividió a la sociedad francesa en su conjunto a lo largo del siglo XIX. Por un lado estaban los positivistas progresistas y enérgicos que, aprovechando las herramientas de la Revolución Industrial y un capitalismo gubernamental de tipo laissez-faire al estilo de Guizot, industrializaban el campo francés en nombre del progreso y la ciencia. Por otro lado, estaban los partidarios del anti cientificismo y los practicantes del “Art pour l’Art” (ambos a veces en una incómoda coalición con la Iglesia Católica) que veían este desarrollo tecnológico desenfrenado como una amenaza directa a los valores humanos.
¿Te suena?
Son muchos, como vemos, los factores que determinaron que Julio Verne, a pesar de la enorme popularidad de sus Viajes extraordinarios, no fuera reconocido como una figura literaria relevante en Francia durante su vida. Las obras de Verne fueron rechazadas por el establishment literario de su tiempo, y el autor fue dolorosamente consciente de este rechazo. Como explicaba a uno de sus entrevistadores estadounidenses en 1894:
Je ne compte pas dans la littérature française,
El gran pesar de mi vida es que nunca he ocupado un lugar en la literatura francesa… Habría apreciado que mis compatriotas me hubiesen hecho un poco más de justicia… Eso es lo que lamento y lamentaré siempre… Dumas me decía cuando me quejaba de que no se reconocía mi lugar en la literatura francesa: «Deberías haber sido un autor americano o inglés. Entonces tus libros, traducidos al francés, te habrían ganado una enorme popularidad en Francia y tus compatriotas te habrían considerado uno de los más grandes maestros de la ficción». Pero, tal como están las cosas, no soy considerado digno de tener en cuenta en la literatura francesa.

Final infeliz
Julio Verne murió en Amiens, Francia, en 1905. Dos años más tarde, en su tumba se exhibía una escultura espectacular de un hombre que se abre paso a empujones para salir de la tierra y alcanzar los cielos. La escultura se titula Vers l’immortalité et l’éternelle jeunesse (Hacia la inmortalidad y la eterna juventud).
En abril de 1926, Hugo Gernsback hacía una llamada con el lanzamiento de la revista Amazing Stories, a favor del tipo de historia de Edgar Allan Poe, Julio Verne y H. G. Wells, —con la que los convertía de facto14 en escritores de cientificción o ¡ciencia ficción!—:

¡OTRA revista de ficción!
Pero ésta no es «otra revista de ficción», Amazing Stories es un nuevo tipo de revista de ficción (…) Es completamente nueva, completamente diferente, algo que nunca se ha hecho antes en este país.
Existe la revista de ficción habitual, la revista de historias de amor y de atractivo sexual, la de aventuras, etc., pero una revista de «cientificción» es pionera en su campo en Estados Unidos. Por «cientificción» me refiero al tipo de historia de Julio Verne, H. G. Wells y Edgar Allan Poe: un romance encantador entremezclado con hechos científicos y visión profética.
Hay que recordar que vivimos en un mundo completamente nuevo. Hace doscientos años, historias de este tipo no eran posibles.
Poe, Verne, Wells, Bellamy y muchos otros han demostrado ser verdaderos profetas. Las profecías hechas en muchas de sus historias más asombrosas se están cumpliendo, y se han cumplido. Tomemos como ejemplo el fantástico submarino de la famosa novela de Julio Verne, «Veinte mil leguas de viaje submarino». ¡Él predijo el submarino actual casi hasta el último tornillo!
Para ese primer número inaugural, Hugo Gernsback escogió Hector Servadac: voyages et aventures à travers le monde solaire (Off On a Comet, en inglés):

En cierto sentido, “Off On a Comet” muestra un marcado contraste con los libros anteriores de Verne. No sólo invade una región del espacio más remoto, sino que el autor abandona aquí su actitud habitual escrupulosamente científica y da rienda suelta a su imaginación. Para poder guiarnos a través de las profundidades del espacio inconmensurable, para mostrarnos lo que la astronomía sabe realmente sobre las condiciones allí y en otros planetas, Verne nos pide que aceptemos una situación que, en cierto sentido, es contradictoria en sí misma.
Y la imagen que preside el índice y da paso a los contenidos de la revista es… ¡la escultura de Verne escapando de su tumba en Amiens, retratando su inmortalidad!

Pero aún tendría que pasar algún tiempo hasta que Julio Verne, por fin, lograra escapar de su tumba.
Paris siglo XX
La publicación en 1994 de la novela “perdida” de Julio Verne, titulada Paris au XXe siècle (París en el siglo XX) causó un justificado revuelo en los medios. Era un hecho poco común y digno de mención que un autor legendario a menudo citado como el “Padre de la Ciencia Ficción” reapareciese de pronto 100 años después, y nos describiese cómo visualizaba el mundo actual (el de hace ahora 65 años). Verne efectivamente salía de su tumba.
París en el siglo XX fue escrita en 1860 y se mantuvo desaparecida durante más de ciento treinta años. El manuscrito que sirvió de base a la novela fue completado ese mismo año y quedó (al parecer) olvidado en una caja fuerte hasta que fue descubierto en 1989 por Jean Verne, bisnieto de Julio Verne.
La fecha es 13 de agosto de 1960. El lugar: París. La narración comienza in medias res mientras la Corporación Nacional de Crédito Educativo —una versión privatizada moderna del antiguo Ministerio de Educación, creada en 1937 durante el reinado de Napoleón V, con acciones corporativas valoradas en más de 10.000 francos cada una— se encuentra en medio de su ceremonia anual para distribuir premios a los logros académicos de todos los jóvenes graduados de Francia.
El nuevo París es la extrapolación de tendencias sociales que eran ya muy palpables durante la vida de Verne, como el positivismo industrial, el laissez-faire capitalista y el crecimiento tecnológico acelerado.
En esa época se sometieron a la consideración del gobierno numerosos proyectos. Este los hizo examinar por un consejo de ingenieros civiles, pues los de puentes y caminos ya no existían desde 1889, fecha de la clausura de la escuela politécnica. Pero estos señores disputaron durante mucho tiempo sobre el asunto; unos querían establecer una red a nivel en las principales calles de París; otros preferían redes subterráneas semejantes al metro de Londres;
[L]os trenes eran muy livianos; pasaban cada diez minutos y cada uno llevaba mil viajeros en coches veloces y cómodos.
Las casas ribereñas no sufrían por el vapor ni por el humo; por una razón muy sencilla: no había locomotoras. Los trenes marchaban impulsados por aire comprimido, según el sistema Williams que había impuesto Jobard, famoso ingeniero belga que vivió a mediados del siglo diecinueve.
A lo largo de toda la vía, entre ambos rieles, había un tubo vector de veinte centímetros de diámetro y dos milímetros de espesor; encerraba un disco de hierro que se deslizaba en el interior por acción del aire comprimido a varias atmósferas que entregaba la Société des Catacombes de Paris. El disco, empujado a gran velocidad dentro del tubo, como bala dentro del cañón, arrastraba consigo el primer coche del tren. ¿Pero cómo se unía el coche con el disco encerrado dentro de un tubo cuyo interior no podía comunicarse con el exterior? Mediante la fuerza electromagnética.
¡El metro de Londres! Estamos hablando de un texto escrito en 1860, cuando el metro de Londres se inauguró en 1863 (lógicamente uno de los proyectos que Verne podía seguir a través de los medios de comunicación del momento).

Pero el joven Verne de 1860 no nos sumerge en una utopía. La mayoría de las formas de arte, literatura y música han desaparecido por completo. La educación ha sido “purificada”, profesionalizada y estandarizada. La electricidad no sólo ilumina la ciudad y su omnipresente publicidad comercial, sino que sirve también como instrumento eficaz para la pena de muerte. Y los ciudadanos de París se han convertido en engranajes insensibles de una rueda social altamente eficiente pero muy represiva15.
El retrato sombrío y distópico de la vida en Francia en el siglo XX concluye sin un final feliz en un capítulo final titulado en clara referencia satírico religiosa Et in Pulverem Reverteris (“y en polvo te convertirás”).
El editor de Verne, Pierre-Jules Hetzel, rechazó el manuscrito en 1863.
Mi querido Verne, incluso si fueras profeta, hoy nadie creería esta profecía… simplemente no les interesaría.
Ha emprendido usted una tarea imposible y —como sus predecesores en cosas análogas— tampoco ha conseguido llevarla a buen fin. Está cien pies por debajo de Cinco semanas en Globo. Si la vuelve a leer estará de acuerdo conmigo. Es periodismo barato y sobre un tema nada afortunado.
No esperaba una cosa perfecta; le vuelvo a decir que sabía que estaba intentando algo imposible, pero esperaba algo mejor. Aquí no hay resuelta ninguna cuestión de futuro serio, ninguna crítica que no parezca una caricatura ya hecha y rehecha, y si algo me asombra es que haya podido usted hacer, como en un arrebato y empujado por algún dios, algo tan penoso, tan poco vivo.
No está usted maduro para un libro así, vuelva a intentarlo dentro de veinte años.
La publicación en 1994 de París en el siglo XX despertó también sospechas sobre la fecha y la autoría real del texto, sospechas que Evans analiza y encuentra justificadas pero, en este caso, infundadas:
- La trama básica de esta novela contradice la imagen popular que tiene el público en general de lo que debería ser una obra del legendario Julio Verne: es decir, una emocionante epopeya de la era industrial que glorifica la exploración científica y la innovación tecnológica. Esta historia oscura y perturbadora pinta un mundo futuro opresivo, injusto y espiritualmente vacío.
- Para los expertos en Verne, la repentina e inesperada (re)aparición de París en el siglo XX también causará algunos problemas. Su mera existencia ya ha obligado a algunos a redefinir su comprensión de Julio Verne, el hombre y el escritor.
- La imagen popular de Julio Verne lo ha retratado de manera persistente como un defensor del positivismo y el progreso científico, a pesar del hecho de que aproximadamente la mitad de sus obras son fuertemente anticientíficas o profundamente escépticas en cuanto a los beneficios que el progreso tecnológico puede traer a un mundo imperfecto. Sin embargo, estos académicos también han dicho que este cambio en las actitudes de Verne comenzó a mediados de la década de 1880 después de una serie de tragedias en su vida personal.
- Los estudiosos de Verne también han argumentado durante mucho tiempo y con vehemencia que a Julio Verne no se lo debería etiquetar de futurista en absoluto.
Sobre esta última cuestión, Evans describe la rocambolesca aventura paralela sobre la muy conocida obra de Verne La Journée d’un journaliste américain en 2889 (traducida a inglés y español con un simple En el año 2889), esta sí manifiestamente profética. Una aventura sobre la relación de Verne con su hijo Michel, las traducciones al inglés, los “negros” que colaboraron con ambos. Dejó al lector curioso explorar por su cuenta, pero el final de estas dos historias converge en la conclusión final, deliciosamente irónica, de Evans (1998):
La percepción que el público tenía desde hacía mucho tiempo y muy difamada de Julio Verne como profeta tecnológico visionario y “vidente del mañana” era en realidad mucho más precisa de lo que nosotros, los llamados “expertos”, jamás sospechamos.
Final… ¿Feliz?
Durante el siglo XX, las obras de Verne se tradujeron a más de 140 idiomas. Julio Verne ha sido el segundo autor más traducido desde 1979, por detrás solo de Agatha Christie, pero por delante de William Shakespeare. Verne es considerado un autor importante en Francia y en la mayor parte de Europa, donde ha tenido una amplia influencia en la vanguardia literaria y en el surrealismo. Verne es de hecho uno de los autores más leídos: nueve veces más que el siguiente autor francés en la clasificación.
La influencia de Verne se extiende más allá de la literatura y el cine, hasta el dominio de la ciencia y la tecnología, donde lleva más de un siglo inspirando a generaciones de exploradores, inventores y científicos, como todos los grandes escritores de ciencia ficción, y como hemos enfatizado en este blog en numerosas ocasiones.
Jules Verne llevaba muerto una docena de años cuando yo nací. Aun así, me siento fuertemente conectado con él pues sus obras de ciencia ficción tuvieron una gran influencia en mi propia carrera. Es una de las cinco personas más importantes que hubiera deseado conocer en vida.
Son palabras de Arthur C. Clarke16.
Julio Verne fue sin duda una de esas personas que contemplan una realidad cambiante que nos asombra, nos inspira, nos plantea preguntas y también, a menudo, nos despierta temores. Pero fue además una de esas personas que no pueden, como tantas otras, la mayoría, mantener la boca cerrada y actuar con el pragmatismo conservador que imponen la familia y las costumbres. Solo tenía que recoger los bártulos del negocio que le legaba su padre para haber llevado una buena vida circulando por los raíles establecidos por la sociedad del momento.
No fue así. Verne era una de esas personas que necesita expresarse, y que disfruta haciéndolo hasta el punto de asumir un riesgo mucho mayor de fracaso económico (que no fue en absoluto su caso) y enfrentarse a la inevitable incomprensión o el rechazo de los que no ven o se niegan a ver que hay otros mundos, algo que Verne sí que experimentó en sus propias carnes.
En conclusión, creo que no es exagerado decir que las novelas de Viajes extraordinarios de Julio Verne constituyen un artefacto sociohistórico clave para comprender el amanecer de nuestra era moderna, no solo por su muy discutido estatus literario como proto- ciencia ficción, sino también por sus evocadoras ilustraciones. El cambio de una visión del mundo del siglo XIX a una de principios del XX es evidente tanto en el contenido estilizado de estas imágenes (la forma de vestir, el vello facial, las “máquinas de sueños” victorianas, la representación saint-simoniana de los científicos como héroes conquistadores). etc.—y en su formato publicado real, a medida que la propia tecnología de impresión evolucionaba desde la xilografía hasta la reprografía de semitonos.
Y por esta razón Julio Verne está ahora aquí, en Adyacente Posible.
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- Arthur B. Evans, Academic Scholarship on Jules Verne
——— “Science Fiction vs. Scientific Fiction in France: From Jules Verne to J.-H. Rosny Aîné (La Science-Fiction Contre La Fiction Scientifique En France; De Jules Verne à J.-H. Rosny Aìné).” Science Fiction Studies 15, no. 1 (1988): 1–11.
——— “The ‘New’ Jules Verne” Science Fiction Studies 22.1 (1995): 35-46.
——— “The Illustrators of Jules Verne’s Voyages Extraordinaires” Science Fiction Studies 25 (1998): 241-270
——— “Jules Verne and the French Literary Canon.” In Jules Verne: Narratives of Modernity, edited by Edmund Smyth, 11-39. Liverpool: Liverpool University Press, 2000.
——— “Jules Verne: Exploring the Limits,” Australian Journal of French Studies, 42, no. 3 (2005):265-275.
——— “Jules Verne’s America,” Extrapolation 48.1 (2006) 35-43. Copyright held by University of Texas Brownsville and Texas Southmost College.
——— “Jules Verne.” Fifty Key Figures in Science Fiction, ed. Mark Bould, Andrew M. Butler, Adam Roberts, and Sherryl Vint. London: Routledge, 2010. 235-239.
——— “Jules Verne’s Dream Machines: Technology and Transcendence,” Extrapolation, Vol. 54.2 (2013): 129-146.
——— “Culminating a Decade of Scholarship on Jules Verne.” [Review of The Self-Propelled Island by Jules Verne, trans. by Marie-Thérèse Noiset, intro. Volker Dehs, University of Nebraska Press, 2015, and Hollywood Presents Jules Verne: The Father of Science Fiction on Screen by Brian Taves, University of Kentucky Press, 2015, and Jules Verne inédit: les manuscrits déchiffrés by William Butcher, ENS Éditions, 2015] Science Fiction Studies 42 (2015): 557-565. ↩︎ - Renard, Maurice, and Arthur B. Evans. “On the Scientific-Marvellous Novel and Its Influence on the Understanding of Progress.” Science Fiction Studies 21, no. 3 (1994): 397–405. ↩︎
- Sherard, Robert. “Jules Verne Re-Visited.” T.P.’s Weekly, 9 Octubre 1903. http://jv.gilead.org.il/sherard2.html ↩︎
- Sherard, Robert. “Sherard: Jules Verne at Home.” McClure’s Magazine, January 1894. http://jv.gilead.org.il/sherard.html ↩︎
- Op. Cit. (3) ↩︎
- La idea sigue siendo hoy tan vigente como controvertida. ↩︎
- Butcher, William, y Arthur Charles Clarke (Introducción). Jules Verne: The Definitive Biography. Da Capo Press, 2006. ↩︎
- Op. cit. (4). La fechas que cita Verne 1861 no coincide con la reconocida 1863 pero casi. ↩︎
- [Verne] n’est pas à proprement parler un romancier, car l’amour, base de tous les romans, brille par son absent dans la plupart de ses ouvrages. La femme y est presque toujours réléguée au second plan… ses héros n’ont pas de temps à perdre aux doux propos du petit dieu malin. Op. Cit. Evans (Literary Canon) ↩︎
- Jules Verne? …un conteur de contes de fées à prétentions pseudo-scientifques! Un amuseur de collégiens! …un tissu d’invraisemblances sans psychologie et sans style! … Littérairement, cela n’existe pas! Op. Cit. Evans (Literary Canon) ↩︎
- Op. cit. (4) ↩︎
- Butcher, William. “Jules Verne Inédit. Les Manuscrits Déchiffrés.” Lectures, Les Livres, 2015. ↩︎
- Je n’ai pas encore lu les Voyages extraordinaires de M. Verne. Notre ami Aubineau me dit qu’ils sont charmants, sauf une absence…qui désembellit tout et qui laisse les merveilles du monde à l’état d’énigme. C’est beau mais c’est inanimé. Il manque quelqu’un… Op. Cit. Evans (X) ↩︎
- Attebery, Brian. “The Magazine Era: 1926–1960.” In The Cambridge Companion to Science Fiction, edited by Edward James and Farah Mendlesohn, 32–47. Cambridge Companions to Literature. Cambridge: Cambridge University Press, 2003. https://doi.org/10.1017/CCOL0521816262.003. ↩︎
- La maldita burocracia ↩︎
- Arthur C. Clarke. Op. Cit. (7) ↩︎

Jariego, Francisco J. “20.000 leguas de viaje literario y cultural.” Adyacente posible (blog), February 13, 2025. https://adyacenteposible.com/2025/02/13/20-000-leguas-de-viaje-literario-y-cultural/.
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